“Prefiero 50 veces dar una lección de vida que enseñar el verbo to be”

Entrevista con el ex director del colegio del Milagro, Francisco José Sáez

Francisco José Sáez afronta su prejubilación tras treinta años en la docencia.
Francisco José Sáez afronta su prejubilación tras treinta años en la docencia. Luis F. Bonilla
Luis F. Bonilla
07:00 • 31 ago. 2018

Un hombre estrechamente ligado al centro de Almería, donde nació y desarrolló su carrera profesional. A Paco Pepe, tal y como le llaman sus amigos, o ‘Donfran’, como le conocen sus alumnos, le es imposible caminar paseo abajo sin pararse a saludar a decenas de conocidos. A todos los atiende con el cariño de saber que esos abrazos son el mejor legado que le ha regalado su profesión. A los más afortunados les entrega una característica sonrisa que reluce bajo ese eterno mostacho que sobrevive, perenne y gris, a los vaivenes de las modas. Ahora, da sus últimos capotazos en las aulas, con las ilusiones puestas en la familia y en su otra gran pasión, su Mintonette.



Es usted un almeriense de los que se conoce la ciudad como la palma de su mano...



Nací aquí, en una época muy bonita en la que todavía se jugaba en las plazas y en las calles. Siempre me he ubicado mucho en el centro y, tras muchos años, pude regresar a mis orígenes. Almería me encanta, es una ciudad muy bonita en el sentido de que puedes disfrutar de ella con todo a un paso.



¿Cómo llega a parar al Milagro?



Después de estudiar en los Jesuitas de Málaga, regreso a la capital y hago el bachillerato. Me vi obligado a dejar Topografía por una enfermedad y, tras volver, descubrí mi verdadera vocación en el magisterio. Luego pude trabajar en varios colegios y, finalmente, me llamaron del Milagro para hacer una sustitución.



Y hasta hoy...



Y he tenido la suerte de trabajar al lado de gente maravillosa. Aprendí muchísimo de Sor Rosario Vidaurre, una persona con mucho carisma y gran cercanía con el alumnado. Especialmente con los que tenían más dificultades. Me ha enseñado mucho del talante y la forma de afrontar la profesión.



Entonces, hay una línea clara que se ha continuado en el centro.

El lema de “más que un colegio, una familia” no está ahí por casualidad. Nosotros estamos situados dentro del núcleo de Pescadería pero, a la vez, en el centro de Almería, por lo que acogemos a niños y familias de lo más variopinto. Sin embargo, puedo estar muy satisfecho de que hemos logrado tener siempre un alumnado muy cercano y que se ha hecho acreedor del carisma vicenciano de tener en mente al más necesitado, al pobre.


Pone especial atención a la dimensión humana de la enseñanza.

Es que estoy convencido de que ese tipo de valores son los que permanecen. El comentario general suele ser que el colegio les ha enseñado a vivir, a saber estar, a dar valor a las cosas. En principio nuestra labor es que estudien, pero para nosotros es tan importante un chico que trabaja en la industria o en el campo que el que es arquitecto o abogado, porque sé que el fondo es el mismo. Habrá podido tener más facilidades que otros, pero sé que nuestro trabajo ha sido siempre inculcarles los valores de las hijas de caridad.


¿Y en el plano académico?

Tenemos que ser conscientes de que contamos con un alumnado muy diverso. Es complicado atender a todos, pero por nuestra parte que no quede. La sociedad de hoy es muy exigente y pide que los alumnos den el máximo. Sé que los que salen de nuestro colegio lo hacen en condiciones óptimas y nuestro objetivo es seguir trabajando en esa línea.


También se demanda hoy una educación más personalizada.

Ya no puede existir esa educación clasista en la que el profesor se sienta y habla sobre el encerado. Ahora, ha de tener una cercanía mayor con el alumno.


¿Y cómo ve aquello de la excelencia?

Es complicado balancearla con aquello de ayudar a todos. Precisamente por esa variedad de la que hablábamos. Te puedes encontrar con familias que piden más y más y, en la misma clase, chicos que no pueden. Creo que la excelencia tiene que ir ajustada a cada alumno. Puedo trabajar con una clase de forma generalizada, pero luego tengo que atender a las necesidades particulares de cada uno.


¿Cómo se compagina esa idea con el actual sistema educativo?

Lo que un colegio no puede hacer es intentar adornar todo de tal manera que cuando uno salga al bachillerato o la Universidad se encuentre con la dura realidad. El estudio exige esfuerzo; y claro que un chaval tiene que tener su tiempo libre, debe de disfrutar, pero también tiene que dedicar un par de horas de ejercitación de lo que se da en clase. Todo lo demás, es una utopía, estamos planteando un sistema de educación de una manera que el alumno no se esfuerce pero luego, tiene que hacer una selectividad. Debe de estar todo en consonancia.


¿Qué ha cambiado?

Ahora mismo el alumno no llega al colegio con la misma motivación que antes. Además, teníamos una consigna en la que estábamos muy equivocados: aquello de que todo el mundo debía de hacer una carrera universitaria. Eso está cambiando muy sanamente. Hay muchos que están optando por grados medios y ya no se percibe como un fracaso. 


¿Cómo se vive de primera mano el “jaque” a la concertada?

Por suerte nosotros tenemos detrás una institución muy fuerte como son las Hijas de la Caridad. Es importante quitar esa idea de que la concertada va en contra de la pública. En cierto sentido, la concertada le hace un favor, porque la administración no tiene recursos para paliar esa educación que damos nosotros. Ahora mismo estamos ofreciendo una calidad, unos puestos de trabajo y una infraestructura costándole menos dinero al Estado. Ha habido ocasiones en las que el Gobierno ha atacado a la concertada pero si se ponen a hacer números y si eso fuera real, no existiríamos. Si la escuela concertada fuera un sistema fácil de paliar, se habría eliminado, pero damos un buen servicio y no somos conflictivos.


¿Qué define a un buen profesor?

El ‘magister’, el maestro, tiene que tener ese don que cuando esté delante de un aula, sea capaz de embobarla. Muchas veces se me da la situación de que mis alumnos dicen: “hoy no hemos dado clase” y yo les respondo que no se equivoquen, que yo prefiero 50 veces darles una leción de vida que enseñar el verbo to be. Eso lo veremos en cinco minutos en cualquier otro momento, pero si surge una problemática que hay que abordar y eres capaz de mantener a los alumnos atentos... para mí, ese día hemos conseguido mucho más.


¿Y eso se enseña en las Universidades?

Eso te tiene salir del alma. Dar una clase es sencillo, lo otro es lo que cuesta trabajo, que el alumno tenga contigo una simbiosis. Lo que define a un maestro es el acercamiento. Si a mí me ha ganado algo es cuando percibo la cercanía de un alumno. Ahí es cuando siento que me ha valido mi carrera; cuando yo tengo cinco minutos de conversación y  percibo esa alegría y esa simpatía hacia mí. Es cuando noto que he hecho algo por esa persona. En el resto, yo he sido una parcela más de todo lo que ha aprendido, pero lo otro es un apartado muy importante.


Incluso en momentos duros...

Que con esas edades hayas tenido una cercanía y le hayas podido ayudar... o que en un momento determinado te hayas tenido que poner serio con él. Tenemos que ser personas que exigen pero, a la vez, ser cercanas. Esa es nuestra misión.


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