“Me acuerdo de mi donante cada día porque gracias a él estoy viva”

“Gracias al trasplante volví de nuevo a la vida”, confiesa Mercedes Murcia, de 42 años. Su historia comenzó hace casi tres décadas. Cuando tenía trece años, le diagnosticaron una insuficiencia renal que sabía que, tarde o temprano, derivaría en un trasplante. Después de un año de diálisis y nada más alcanzar la mayoría de edad, Murcia se sometió a su primera operación. Fue su primer intento por sobrevivir, pero a los cinco años su cuerpo lo rechazó. Tras varios intentos sin éxito por salvarlo, volvió a la diálisis hasta que “llegó el mío”, reconoce feliz. “Desde el primer momento sentí que todo había sido distinto a la primera vez y el 14 de febrero de 2019 habrán pasado quince años”, explica. 

En este periodo de diez años entre un trasplante y otro, volvió a padecer los efectos de la enfermedad crónica y la diálisis. Las consecuencias físicas como la pérdida de pelo, el tono de la piel, el malestar general y las marcas en el cuerpo por los pinchazos eran las menos importantes. “Me limitó mucho a la hora de los estudios. Repetí COU y, aunque entré en la Universidad de Almería porque descartaba irme fuera por la enfermedad, al final abandoné Derecho y rechacé una beca Erasmus que me concedieron” testifica. 

Pero Murcia no es la excepción. Como ella, se diagnostican cientos de casos al año. “Ahora mismo en Andalucía hay más pacientes trasplantados de riñón que en tratamiento de diálisis. En Almería, en el mes de septiembre de 2018 la lista de espera es de 130 personas”, contabiliza Francisco José Guerrero, coordinador de Trasplantes del Hospital Torrecárdenas. 

Información 
Cuando se habla de trasplantes de órganos, partimos de la base de que los donantes y los familiares que autorizan la intervención “están regalando vida”, asegura Mila Balaguer, coordinadora de Trasplantes del Hospital Universitario de Torrecárdenas que acaba de incorporarse al equipo en sustitución de Rosario Ortuño, recientemente jubilada. En este sentido, Balaguer indica que lo más importante es la información que se facilita a los familiares que deben de tomar la decisión. “Si comprenden el significado de lo que supone una muerte encefálica y tienen las ideas claras, muestran una actitud positiva ante la donación”, a lo que Guerrero añade: “Si los familiares comprenden que se ha hecho todo lo posible por salvar a su ser querido, que la situación ya es irreversible y están satisfechos con el trato médico recibido, suelen estar más receptivos”. 

En cuanto a lo más duro de su trabajo, Balaguer insiste en que se habla muy poco del momento en el que tienen que pedir la autorización a los familiares. “Lo están pasando mal y el tiempo juega en nuestra contra. Pero no podemos presionar, hay que explicar la situación con mucho tacto”, afirma, sin olvidar que la rapidez y la coordinación de todo el equipo, desde los médicos hasta el celador es clave para que el proceso se desarrolle con éxito. “Cuando recibimos la autorización, yo siempre lo agradezco en nombre de los receptores porque ellos no tienen la oportunidad de hacerlo, pero si pudieran estarían enormemente agradecidos”. 

Las campañas de concienciación empiezan a surtir efecto entre la sociedad. “Cada vez son menos las negativas familiares. En lo que va de año, solo hemos contabilizado cinco”, calcula Guerrero. Pero Murcia considera que desde el Estado se podría hacer mucho más. “Echo en falta proyectos que realmente se acerquen a la realidad y se facilite a todos los ciudadanos la posibilidad de ponerse en contacto para preguntar en qué consiste la donación de órganos, algo que hacemos desde Alcer (asociación para la lucha contra las enfermedades del riñón)”.

Pasar por un proceso como este en una gran mayoría de pacientes requiere de atención psicológica. Aceptar lo que le sucede al cuerpo y mantener la paciencia sin perder la esperanza de que aparezca un órgano compatible es el primer paso. Para Murcia, el apoyo de su familia fue crucial. “Nunca me trataron como una enferma y eso fue lo que más me ayudó”, relata. “Recuerdo sacar fuerza para estudiar y estar siempre activa. Salía los fines de semana y como me cansaba más de la cuenta, mis amigos comprendían que tuviera que recogerme antes”, detalla. 

En cifras
El equipo de coordinación de Torrecárdenas desvela que a estas alturas del año han conseguido 21 donantes reales, número que valoran como una “buena cifra”, si tenemos en cuenta que el récord de donaciones que se ha registrado hasta ahora a nivel anual ha sido de 29. La edad de los donantes está comprendida entre los 21 y los 82 años. 

En lo que respecta a los receptores, “los enfermos crónicos de riñón pueden sobrevivir con la diálisis a la espera de un órgano, mientras que la mortalidad en la lista de espera para el resto de órganos se sitúa entre el 5 y el 7%”. 

Por otro lado, el resultado de las operaciones suele ser satisfactorio y se debe a las nuevas técnicas quirúrgicas y los avances de la medicación inmunosupresora. También los análisis son más precisos que determinan si los órganos son compatibles con el paciente que lo necesita”. 

Superación
“Me acuerdo de mi donante cada día porque gracias a él o ella estoy viva”, celebra Murcia. Casada y con un trabajo estable, manifiesta cómo le cambió la forma de ver la vida: “Valoro lo que tengo y dejo a un lado lo que no me hace feliz. Aprovecho cada minuto”. Echaba de menos el deporte y ahora hace running con el consentimiento del médico y un entrenador.

En cuanto a la donación, sigue colaborando en la sensibilización, y lo hace narrando su experiencia. “Si solo una persona que conozca mi historia está dispuesta a donar, ya ha valido la pena contarla. Y es muy sencillo: hacer por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti y los tuyos”, transmite emocionada.