“Recuerdo una de las primeras cosas…”, Jonatan sonríe. “En el colegio estaban los típicos proyectos de Tecnología, ¿no? Pues cogí el motor de un coche de juguete que tenía por ahí, y tenía una reductora; lo acoplé, le puse unos engranajes, y me hice una de esas norias que suben y bajan canicas en un circuitillo. Se lo llevé al profesor y se asombró: “¿Esto lo has hecho tú?”. ¡Pero para mí no tenía complicación!”.
Conocemos ejemplos de personas ‘naturales’ para la creación en la música, la pintura, las matemáticas. Incluso en el deporte. Jonatan Martínez Muñoz lo es para la creación en la tecnología. Antes lo hubieran llamado inventor; ahora, ‘maker’. Él sonríe y se encoje de hombros. Simplemente, nació con ese don. Es algo natural.
Tenía antecedentes en la familia, claro. “A mi padre le gustaba la electrónica, y me enseñó el circuito mas básico: una pila, un motor, lo juntas con cables y ya funciona”, dice. “Luego le pones un interruptor entre medias..., en fin, lo básico. Y a partir de ahí ya seguí tirando del hilo...”.
Pero ese hilo a él lo ha llevado a lugares poco comunes para cualquiera. Por ejemplo, al volante de simuladores de conducción que se hizo... con un ratón de bola de ordenador. “Bueno, quería uno, pero los juguetes eran limitados”, recuerda. “Así que le desmonté el encoder, uno de los ejes del ratón lo usé para el volante, el otro para uno de los pedales, y la ruedecita del medio la usé en el embrague y el freno. Aún lo conservo”.
Proyectos
Jonatan es de Albacete. Y, como no podía ser de otra forma, estudió ingeniería. En este caso, Informática. Luego, con el doctorado se especializó en Realidad Virtual y tecnología háptica, “que tiene relación con el tacto”, explica. “Por ejemplo, cuando estás en un entorno virtual, puedes ver cosas, oírlas... Esta tecnología hace posible que también puedas sentirlas”.
En 2014 se vino a Almería para trabajar en este campo con Neurodigital. Y dos años después se hizo autónomo, pero ya estaba enamorado. “Almería te atrapa”, vuelve a reír. Ahora trabaja un proyecto con un equipo de Bristol, “en transductores ultrasónicos que permiten sentir cosas en el aire, sin llevar nada”. Y en otro con la Universidad de Castilla La Mancha...
Pero sueña con volver a tener tiempo para retomar sus proyectos ‘frikis’. “Es mi hobby”, dice, “y tal vez, incluso los venda. Cacharrillos que tengo por ahí... Pero claro, no puedo revelarlos aún”. Y sigue recordando los que sí ha hecho desde su niñez. La máquina expendedora de tazos con un rollo de papel higiénico y que iba a monedas. O el mecanismo para abrir y cerrar la terraza para el perro, hecho con un elevalunas de coche...
“La satisfacción de crear es única”, dice. “Eso de: estaba en mi cabeza y ahora existe. Es una sensación de orgullo, imagino que como la que sienten los artistas. Y el esfuerzo. Me ha costado, he encontrado problemas, no funcionaba. Pero lo he resuelto todo”.
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