Abandonamos el primer recinto de la Alcazaba por un arco gótico del siglo XVI que, evidentemente, debió ser colocado allí con bastante posterioridad, quizá procedente de algún viejo palacio derruido; y accedemos al segundo.
En su época de esplendor era el corazón de la Alcazaba. Servía de alcázar a alcaides y gobernantes moros. Formaba una pequeña ciudad palaciega dotada de aljibes, mezquita, baños y viviendas de los servidores reales. Dos de ellas se reconstruyeron recientemente.
Sin embargo, los terremotos, especialmente el de 1522, se cebaron con un maravilloso palacio de estilo oriental levantado para Al-Mutasim, del que sólo quedan sus cimientos. Cerca de ellas se encuentran los antiguos baños árabes.
Únicamente uno de los muros permanece en pie. Es el Mirador de la Odalisca sobre el que existe una bella leyenda. La esclava predilecta de Al-Mutasim, Galiana, oyó cantar en las mazmorras a un cristiano que alababa su hermosura.
Conmovida por el canto, bajó a intentar liberarlo. Pero cuando el cristiano se descolgaba por el mirador que aún perdura, fue sorprendido por los guardias. Antes que ser apresado, prefirió dejarse caer y morir. Galiana murió de amor poco después, asomada siempre al mirador.
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