Rodolfo Miranda se considera un privilegiado porque desde que creara el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Nanociencia, con el impulso de la Consejería de Ciencia, Universidades e Innovación de la Comunidad de Madrid, ha encontrado un lugar en el que poder desarrollar proyectos de investigación con una alta repercusión.
Explica que diez años después de su nacimiento, este centro de referencia a nivel nacional e internacional cuenta con más de 200 investigadores, la mitad de ellos extranjeros y el resto españoles que, en muchos casos, han sido ‘repatriados’ desde centros de investigación en el extranjero.
Ilusionante
Explica que el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Nanociencia es para él “un sueño hecho realidad porque nos permite desarrollar proyectos que pretendemos que sean importantes para mejorar la vida a las personas”.
Es el caso del trabajo que desarrolla con los sensores capaces de detectar los campos magnéticos que produce la actividad neuronal y de transmitirlos a órganos y miembros dañados por lesiones tan dramáticas como la sección de la médula, el origen de muchos casos de paraplejias.
Pero Miranda explica que este campo de trabajo, el de la transmisión del impulso nervioso (un sistema que a otros niveles se utiliza con los marcapasos), abre un campo de posibilidades muy amplio, porque el hecho de controlar y dirigir esos impulsos electromagnéticos apunta a otras aplicaciones factibles en un futuro no muy lejano, entre ellos patologías tan severas como las cegueras de origen neuronal, el control de la actividad cerebral para pacientes con epilepsia, implantes de retina o sensores de estimulación cerebral capaces de controlar los movimientos compulsivos del párkinson.
Excelencia Este tipo de trabajos ha hecho que el IMDEA haya obtenido la calificación de Centro de Excelencia Internacional, o que haya recibido el premio Severo Ochoa por sus investigaciones. Los proyectos alcanzan la dimensión de internacionales y, de hecho, Rodolfo Miranda explica que se están desarrollando proyectos y programas con varios centros europeos.
Amigo de la prudencia, el científico almeriense muestra su ilusión de que el Programa ByAxon pueda culminar en unos pocos años más en una serie de soluciones; si eso ocurre, no duda que sería “algo extraordinario” para miles de personas.
Incluso se trabaja con científicos de EEUU en sensores para conectar el cerebro de los pilotos con los ordenadores de sus aviones. ¿Ciencia ficción?; “no, sólo ciencia”.
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