Estimado Fernando:
Comprendo que las extremadas exigencias de su trabajo le impidan reparar en cuestiones que, sin ser de mayor urgencia, si parece conveniente que sean tendidas en cuentan. Si no por razones de su cometido científico, si al menos en lo que de humano tienen.
Le ruego que no considere intromisión ni impertinencia estas torpes palabras que encadeno como puedo en la presente.
Amparado en su segura indulgencia me permito citar algunos versos que preclaros poetas españoles dejaron para la posteridad en los cuales se habla de este país con iluminadora sagacidad y no menos belleza. Que ambas cualidades, sagacidad belleza, son útiles y convenientes en toda situación pese a no servir de nada ante este feroz virus que nos ha tocado lidiar.
Recuerde, dilecto Fernando, que este es un país de todos los demonios y a la vez de charanga y pandereta. Que esta España está dividida en dos, una de ellas capaz de helar corazones, aunque la otra quizás también. Que este país no ha dejado de ser una manchega llanura por la que se ve a Don Quijote pasar. Que España está poblada de bárbaros sencillos y de aceituneros altivos. De romanos y cartagineses.
Por todos estos conceptos y por otros que sería prolijo enumerar, le ruego tenga a bien ser benévolo con las reacciones y las salidas de este pueblo que se une para las fiestas y se divide en las adversidades como si nunca hubiese aprendido que es más útil y conveniente hacer tales cosas al revés.
Tenga presente, como su sensatez lo pueda determinar, que aquí se venden duros a cuatro pesetas en cuanto hace bueno y que nadie repara en la viga que le oprime las pupilas propias por no perder ripio de las pajas que afean las ajenas. Que quizás no seamos un país en el sentido estricto de la palabra, sino la figuración de un auto sacramental anónimo o vaya usted a saber de que otra suerte de espectáculo. Por cierto, de género indeterminado, que lo mismo las cosas acaban en astracanada que se resuelven en una tragicomedia para escarnio de unos y lamento de otros.
No vea usted, por tanto, animadversión ni encono en tantos dislates como vienen fluyendo desde hace un par de meses en los mentideros de este país. Comprenda que esta es tierra de inexplicables usos y costumbres y que no hay porque preocuparse porque, entre otras cosas, sería inútil industria.
Dios guarde a usted muchos años de aquellos a los que trata de guardar y aún no se han dado cuenta.
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