“Gracias a Dios he podido superarlo a pesar de mis 80 tacos, aunque ha sido muy duro. Dicen que al final del túnel se ve una luz, pero esa luz no existe; yo no vi nada, sino más oscuridad, una oscuridad muy negra”.
El anestesista jubilado Manuel Blanco Fernández nos explica así sus sensaciones en su particular visita al ‘corazón de las tinieblas’. Nos habla desde su casa en Almería, donde sigue recuperándose junto a su familia del duro trance que para él ha supuesto sufrir el Covid-19, que le ha afectado con tal agresividad que ha necesitado de 66 días de hospitalización en Torrecárdenas, casi 40 de ellos intubado y sedado en la unidad de cuidados intensivos.
Manuel, o Manolo, como le conocen familiares y amigos, ha pedido que la entrevista sea por teléfono pues, aunque ya ha superado la enfermedad, todavía debe cumplir estrictas medidas de seguridad, como que todo el que le visite lleve mascarillas y se quite los zapatos antes de entrar en la casa.
También nos envía por wasap, como ilustración, una foto con la primera copa de vino blanco en 80 días, junto a otras en el hospital, una de ellas cuando ya se preparaba, el pasado 31 de mayo, para ser dado de alta del lugar donde, como dice, sus compañeros de profesión, “y una traqueostomía”, le han salvado la vida, después de que le “cogiera” el Covid.
Aunque no tiene constancia real de cuánto tiempo ha pasado en la UCI y en planta, sí es consciente de que todo el personal del hospital donde él ha trabajado desde 1979 hasta 2008 ha hecho posible su recuperación, “Ellos me han dado fuerzas, me han salvado la vida, con ese dedo hacia arriba, con esa sonrisa. Manolo, tú puedes, me decían. Ellos son los culpables de que mis cinco nietos tengan abuelo, mis tres hijas tengan padre y de que Emilia, mi mujer, no sea viuda”, dice aún emocionado.
Emocionado Manuel repite de memoria las frases de la carta que escribió para agradecer el esfuerzo de sus compañeros. En ella también recordaba su emoción al ser dado de alta de la UCI: “Al pasar a planta, un pasillo con todos los que te han cuidado aplaudiéndote. ¿Y tú qué harías? Lo mismo que yo, llorar”.
Y es que reconoce que cuando le dijeron que tenían que intubarle e ingresar en la UCI, dudó si podría superarlo. “Cuando me despedí de mi mujer creí que lo hacía para siempre”, afirma.
Aún así, cogió fuerzas de flaqueza y dijo a Emilia, al despedirse: “Ánimo, no quiero ni una lágrima”. Aquel día pudo recordar cómo conoció a su mujer :“Justo el mismo día que me despedía de las prácticas de mi milicia en Viator, en 1969, un primo suyo que yo conocía de Granada nos presentó... y hasta ahora”.
Por fortuna, estos dos últimos meses de su vida ya forman parte del pasado, también “gracias a Dios, a la Virgen del Mar y a la Virgen de Luna”, la patrona de su pueblo, apostilla.
"Manolo, frénate que tienes 80 tacos" Blanco cree que para su recuperación también puede haber influido que siempre ha tenido una vida muy activa. “A veces he tenido que decirme: Manolo, que son 80 tacos los que tienes, tírate un poquillo del 'bocao', frénate”. Recuerda que aprendió a montar a caballo casi antes que a caminar en el Valle de los Pedroches, donde nació, y que en la facultad, en Granada, también jugaba al fútbol.
Todavía participa en monterías, caza en un coto de Gérgal, y forma parte del grupo ‘El café de los martes’. “Nos juntamos en Lamarca jubilatas, anestesistas, cirujanos, para hablar de todo, le damos un repaso al gobierno, a la medicina…” Este grupo, junto a amigos y familiares, le recibieron tras ser dado de alta con honores en la Rambla, con banderas y vítores, y al son de la sevillana ‘Soy del Sur’.
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