Detrás de la pantalla (XXII): Cambios de sexo con polémica

Imagen de Cesare Pavese.
Imagen de Cesare Pavese. Wikimedia Commons
Álvaro Hernández
07:00 • 15 jun. 2020

Después de hacer bollería, grabar videos de toda clase y condición y buscar mascarillas que sean ‘cool’, la nueva moda de este 2020 de locos es probar a cambiarse de sexo.



Además, es una operación sencillita la que se hace. Cuestión de segundos. De verdad. Con la de sufrimientos (además de lucha por la igualdad) que han traído de siempre las operaciones de cambio de sexo. Ahora te descargas una aplicación, te haces una foto y ya estaría: ves cómo sería tu yo de género opuesto.



Todo, gracias a FaceApp, ese divertimento del demonio que hace unos meses nos sirvió a todos para vaticinar cómo seremos con arrugas cuando, si Dios quiere, superemos la barrera de la madurez en busca de la senectud. La cosa es que, claro está, la operación de sexo es rápida, indolora e incluso con un resultado divertido, pero sale muy cara: le estás regalando tu foto y tus datos a una empresa que vaya usted a saber dónde está y para qué quiere un retrato de tu carita guapa.



Pero cómo resistirse a firmar ese cheque en blanco que es pagar con nuestra información más sensible y privada si la recompensa no es otra que vernos como ese chico o chica que, a día de hoy, no somos.



Vamos, que es la última tontería y hay que apuntarse a ella. Que cada uno haga lo que quiera, faltaría más, pero quizás es para hacernos mirar lo poco que valoramos nuestra privacidad. Es más, un aplauso a todos aquellos que han decidido ser eremitas de lo digital y no les verás el pelo ni por Instagram, ni por Facebook ni por ningún antro de esos en los que estamos todos simplemente “porque hay que estar” y no hay más.



Menos mal que ya ha vuelto el fútbol, el Almería acaba de adelantarse con un penalti y Madrid y Barça marcan goles en paquetes de más de tres. A ver si con el pan y circo de toda la vida de Dios nos entretenemos lo suficiente como para ponernos de perfil cada vez que salga una tontería de última hora para echar 5 minutos con el móvil.



Desde luego, está el percal como para ponerse intenso al nivel de Cesare Pavese. Escribir como últimas líneas un tajante “Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más” y darle un final digno a todo esto para no ver más tonterías.




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