La inauguración, el 12 de marzo, de la exposición “En líneas generales” de Pepa Satué, en la Galería Arte 21, quedó muy deslucida al declararse en esos días el estado de alarma e iniciarse un largo confinamiento que ha cambiado muchos de nuestros hábitos. La artista, licenciada en Bellas artes, ha ejercido la docencia en institutos de la provincia y en los últimos años en la Escuela de Arte. Pero ese magisterio no le ha impedido volcarse en su trabajo de creación, realizado con un esfuerzo silencioso pero firme y cuyos frutos pueden ver ustedes ahora. Creo que la Galería ha prorrogado por unos días esta muestra porque la vida sigue, y porque muy pocas veces se tiene la oportunidad de ver una obra tan interesante como ésta. Una obra compleja y variada por sus diferentes planteamientos formales, dibujos, técnicas mixtas sobre tela, piezas escultóricas, etc., pero siempre bajo una misma estética, la de una geometría destinada a la contemplación, ajena a la vehemencia y a los impulsos no ordenados. Mesura y ritmo compositivo, armonía y riesgo, y fundamentalmente experimentación, la voluntad de construir un lenguaje que trasciende los límites tradicionales de la pintura de caballete.
A principio de los años 60, algunos artistas cinéticos vinculados a la galería parisina de Denise René, como el venezolano Jesús Soto o los argentinos Julio Leparc y Antonio Asís, llegaron a las costas almerienses y aquí hicieron, en Carboneras, su casa de veraneo, enraizándose con el paisaje y su luz. Lástima que no quede, de su paso por estas tierras, apenas huella. Como ellos Pepa Satué, sevillana de nacimiento, ha hecho aquí su hogar y una obra que mantiene muchas complicidades con la de esos abstractos latinoamericanos y en general con la abstracción geométrica, heredera de las vanguardias constructivistas de comienzos del siglo XX, que aparece como alternativa al lenguaje figurativo amenazado seriamente por el cubismo. De Malevitch, Kandinsky, Doesburg y Piet Mondrian hasta los abstraccionistas geométricos latinoamericanos, Albers y Max Bill incluidos, todos pretenden mostrar una nueva sensibilidad más acorde con el pulso de una sociedad moderna en continuo cambio.
Aquellos artistas cinéticos pretendían sobre todo plasmar el movimiento, algo que Pepa Satué no considera primordial. Para ella lo importante es que las líneas definan figuras geométricas, poliedros irregulares, creando volúmenes, para así superar la bidimensionalidad de la superficie plana del lienzo. En el papel, en la tela, o en la madera, a través de juegos ópticos, la figura termina representando la tridimensionalidad del espacio. Mediante distintos grosores de líneas y tenues gradientes de color se construye un nuevo espacio compositivo. Los fondos, habitualmente planos y monocolores, son superficies puras, donde no es visible la pincelada, y cuyo acabado tiene mucho de industrial. Sobre un fondo neutro las formas geométricas se tornan esenciales, mucho más que las relaciones cromáticas que se supeditan al juego de la geometría. La obra concebida con diferentes técnicas de estampación rehúye el gesto, esa pincelada que deja un rastro, algo que a priori podría parecer impersonal pero que no lo es porque lo que se busca es eliminar cualquier subjetividad. Esa búsqueda de la pureza, no es aquí una búsqueda “del arte por el arte”, ya que la artista, por el rigor y la voluntad analítica de la obra, sondea la realidad, en estos tiempos convulsos donde lo trivial y frívolo adquieren carta de naturaleza.
Pepa Satué continúa su periplo artístico fuera de los límites del lienzo. Ya lo había hecho, creo recordar, en algunos cuadros incluidos en exposiciones colectivas anteriores, rompiendo la regularidad del formato habitual, como si se tratara de marcos recortados, y sobre todo con la construcción de piezas, que no son esculturas al uso, sino más bien objetos tridimensionales en el espacio real. Objetos artísticos donde las formas geométricas y los volúmenes son los protagonistas, aunque sigan las líneas presentes como testimonio de un origen remoto y sigan presentes las huellas de la pintura. Con estas piezas Pepa Satué cuestiona el lenguaje pictórico que conocemos, y lo abre a nuevas exploraciones.
Para realizar estas obras, lejos de los utensilios propios del oficio de pintor: pinceles, óleos, lienzos, Pepa Satué elige contrachapados de madera, planchas de policarbonato, pinturas acrílicas pulverizadas con pistola, sierras y lijas, martillo y cola de carpintero, y sobre todo estampaciones, en un trabajo artesanal que favorece el contacto con la realidad más física de la creación, el trabajo manual que es parte del proceso. Una obra donde convergen pensamiento y manualidad y que, más allá del soporte utilizado, resume el vértigo de la experiencia artística, sujeta a los anhelos y los vaivenes entre belleza y verdad.
Esta manera de considerar la pintura como “campo de experimentación” me recuerda, por afinidades, el trabajo de Ligya Clark, cuya obra se expone estos días en el Guggenheim de Bilbao. De la artista brasileña Niermeyer decía que era una pintora de gusto y sensibilidad, y esa definición encaja bien para describir la obra de Pepe Satué, que destaca además por su belleza. La exposición “En líneas generales“es única y maravillosa. Vayan ustedes a verla y juzguen.
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