“Hola tesoro. ¿Qué necesitas?”. Quién me iba a decir que esa alegría con la que hace apenas unos días me contestabas al teléfono iba a ser la última vez que habláramos. Y es que hasta en los peores momentos, esos de puertas cerradas a la espera de doblegar la maldita curva, siempre estabas ahí con la sonrisa puesta, mirando la vida con optimismo porque era la única forma de sacar fuerzas para seguir luchando.
Hablar de Diego García, Diego el de Ashal, Diego el del Portón...es tan difícil como intentar encontrar a alguien que no tenga una historia con él al otro lado de la barra. Y es que cuando te has criado detrás de una barra, la del Building, viendo a tu madre cocer a fuego lento su amor por la cocina y a tu padre demostrar esa pasión atendiendo a los clientes, a los amigos, es difícil no enamorarse de este mundo, tu mundo, la hostelería. Aún recuerdo una de mis últimas visitas en la que me crucé con un buen amigo tuyo y de tu padre. Cuantos secretos guardabais y anécdotas que van del cine al baile.
Un almeriense de pura cepa como tú, nacido en la Bola Azul, tenía que formarse en la Escuela de Hostelería de su tierra y a partir de entonces, iniciar su propio camino luchando por dar el mejor servicio. Tanto es así, que en ese afán de servir decidiste pasar a ayudar al resto de tus compañeros. Era 2013 cuando llegaba a la presidencia de Ashal y a partir de entonces, siempre de la mano de Isabel de Juan, has estado en todas y a todas.
Primero fue el convertir a la ruta de la tapa en interés turístico, luego conseguir que la ciudad fuera nombrada como Capital de la Gastronomía en 2019 pero sin duda nunca te vi más feliz que el día en el que te comunicaron que ibas a ser el pregonero de la ciudad. Casi no podías creerlo. Era un honor y un orgullo, y lo disfrutaste. Vamos si lo disfrutaste.
Pero también has sido un luchador en los malos momentos. Cuando hubo que pelear por cambiar la feria, por luchar contra Goliat por la amenaza de la desaparición de las terrazas en esta ciudad de sol, o ahora en estos momentos de pandemia en los que las puertas de los bares acumulan muchos días de cierre. En estos últimos tiempos no te cansabas de repetir que os habían puesto en el centro de la crítica y no lo podíais comprender. Y en plena lucha por intentar reabrir, analizando si era el momento de volver a salir a la calle, te has marchado. Lo has hecho por un problema de corazón, y es que alguien que siempre ha derrochado cariño, que ha puesto el alma en todo lo que hace, solo se podía marchar así.
Hoy que aún la ciudad no sale del shock en el que le ha sumido la noticia, yo me quedo con las horas de teléfono en la pandemia. Conversaciones que arrancaban con la situación de los hosteleros pero que terminaban en música o en la necesidad de salir a respirar. O ese día en el que me quedé en el periódico a trabajar sin tiempo ni para comer y mandaste a Eva de emisaria con un plato de migas.
Sé que son muchos los que hoy sienten un vacío con tu marcha. Todos los que un día necesitaron una sonrisa o unas palabras amables y te encontraron a ti tras la barra. No puedo imaginar cómo estará tu familia ante un golpe así. No vamos a poder ir a despedirte como mereces, y eso sé que duele, pero estoy convencida de que te has marchado sabiendo que recogerías el amor que has sembrado a lo largo de tu vida.
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