En las últimas décadas del siglo diecinueve, la tienda del Guante era una de las más importantes de la calle Real. Su propietario, Paulino Giménez Puig, había conseguido darle un gran impulso al negocio coincidiendo con la construcción del nuevo edificio que ocupaba la esquina de la calle Real con la calle del Arco.
La tienda del Guante ya gozaba de gran solera en la ciudad. En 1874 destacaba por su versatilidad, que le permitía adaptarse a cada festividad del año: para Navidad traía los mejores licores del extranjero y el champagne francés de moda y en primavera llenaba los escaparates con los más variados vestidos de piqué que salían al mercado. En el mismo local te vendían los guantes de piel más elegantes de la temporada y el más extenso surtido de chocolate y café que se podía encontrar en Almería.
Cuando el establecimiento se mudó al nuevo edificio su propietario dividió el local en dos ambientes para no mezclar los géneros: por la puerta de la calle Real se entraba a la tienda de telas y modas y por la puerta de la calle del Arco al negocio de licores y ultramarinos, con el escaparate lleno de latas de lomo y ternera como tomate, ostras al natural, calamares con tinta y truchas con tomate.
Traía frutas de América, vinos de Jerez, sederías preciosas, abanicos de todos los gustos, elegantes guantes en piel, quitasoles para el verano y un extenso surtido en productos de hilo y algodón.
Los dos negocios ocupaban el piso bajo de un edificio donde el propietario y su familia convivían con los horteras, los mancebos de la tienda, los muchachos que entraban de aprendices y se formaban tanto en el negocio como en las costumbres familiares.
Para el empresario, era fundamental tener siempre cerca a sus dependientes más jóvenes, que eran los que se encargaban de abrir las puertas a primera hora de la mañana y de echar el cierre a los escaparates cuando se hacía de noche. Los horteras recibían una doble instrucción: por un lado aprendían todas las claves del negocio, desde atender en el mostrador hasta llevar las cuentas del almacén, y por otro recibían la educación y la disciplina que algunos no habían podido tener en el colegio ni en su familia.
La tienda del Guante fue una de las más longevas de la calle Real y llegó a coincidir en el tiempo con otros establecimientos que también hicieron historia en la ciudad, en una época en la que la calle Real llegó a tener tanta vida comercial como el Paseo o la misma calle de las Tiendas.
A comienzos del siglo pasado, era imposible encontrar un local libre en el tramo entre la calle Trajano y Jovellanos. Allí, en el número cinco, enfrente de la entrada a la calle Emilio Ferrera, estuvo el gran almacén ‘El Siglo’, que como su nombre indica, nació de la mano de la nuevo centuria. Era una quincallería de las más importantes que existieron en Almería. Vendían hilos, agujas, dedales, tijeras, pendientes, abanicos, guantes, mantillas, mantones de manila, ropa interior, jabones, medias, y hasta un amplio surtido en papel de fumar. Allí vendían los librillos de papel de la prestigiosa marca ‘Abadie’, para los tripulantes de los barcos ingleses que venían al Puerto a por el mineral y la uva.
Cuando llegaba el mes de diciembre, los escaparates y el techo se llenaban de los últimos juguetes que traían de las fábricas de Valencia y Barcelona y contrabatan a varios mozos que recorrían las calles enfundados en carteles publicitarios anunciando las gangas del establecimiento.
‘El Siglo’ era un almacén donde también se vendía al por mayor, por lo que tenía una importante clientela por todos los pueblos de la provincia. Para llevar los repartos, disponía de un servicio propio de carruajes que llegaba hasta el Bajo Andarax y Níjar.
Aunque el negocio llegó a tener en sus comienzos tres propietarios formando una sociedad, el alma de ‘El Siglo’ fue, en sus más de sesenta años de historia, la familia Cutillas. Don José Cutillas fue su fundador y tras su muerte continuó con el comercio su hijo Antonio Cutillas Gil, un personaje muy conocido en la Almería de la posguerra, ya que además de comerciante hizo sus pinitos en Radio Almería en el programa nocturno ‘Meridiano de la calle Real’, que en los años cincuenta del pasado siglo promocionó el comercio del lugar.
En la misma acera, unos metros más abajo de ‘El Siglo’, estaba otra gran tienda ‘Las Filipinas’, especializada en confecciones. Fue su fundador don Salvador Alegre García, un gran negociante, que en los años treinta importaba de Inglaterra los mejores gabanes y gabardinas que había en el mercado. Se decía entonces, entre los comerciantes de la calle, que cuando el señor Alegre ponía las gabardinas en la vidriera no caía una gota en al menos dos meses, que aquellas prendas para la lluvia importantes del Reino Unido ahuyentaban las nubes de forma irremediable.
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