Como hay expertos en la radiodifusión almeriense que han contribuido profusamente a conocer la identidad evolutiva del medio Radio, valga este relato no para solemnizar lo que ya es obvio –gran contribución académica de Antonio Torres y sentimental de Francisco Moncada- sino para trazar un retrato a color de la figura del locutor radiofónico local.
A las ocho de la mañana de un lunes cualquiera, Pepe abre las puertas de la emisora en la calle Victoria de la Paz. Entra en escena el amigo Cazorla, un tipo con alma de infante, de sangre de pescadores, que un día fue narrador de deportes, pero al que el destino -y la crisis de las locales- erigió en un entrañable contador de historias menudas, un analista de personajes variopintos, un estudioso de paisajes y paisanajes, un técnico ‘24 horas’ (ingeniero de cables) y, siempre, un locutor pegado al terruño.
Pepe es hoy director de Radio Adra, como en 1952 lo fue el maestro Juan José Sánchez -el año de la inauguración-, pero el gran Cazorla es más: un hombre orquesta capaz de enviar crónicas a Dipalme Radio, retransmitir un partido dominguero de su AD, hacer seis horas de directo -o siete- diarias sin separarse de la silla, grabar cuñas recordando la misa de algún fallecido abderitano, colgar últimas horas en el Facebook casi con fruición, subir historias de la Adra que se fue y alegrar el mediodía con un buen puñado de coplas marineras desde la naturalidad más radical.
Radio Berja
Cazorla conoce a Encarni Gallardo (1980), la mujer que, de presentarse a alcaldesa, desataría en los políticos un manojo de nervios. Cofrade, primera hermana mayor de la Hermandad de la Virgen de Gádor, es la locutora estrella de Radio Berja, una de las estaciones locales con más solera que emite señales desde 1949. Sigue Encarni la tradición de Juan Vargas, la primera voz en antena, y de un cuadro de actores y locutores clásicos, desde monjas hasta aficionados, que sellaron programas como el mítico ‘Cara al público’, desde el viejo teatro. Señala el locutor de voz ronca Gabriel Luis García Callejón -que abandonaba este mundo hace poco- que fue la emisora con mayor audiencia del Poniente y de la Alpujarra. Hoy luce uno de los mejores estudios de directo de la provincia -cadenas nacionales quisieran esos medios. Y esa luz-. Son las diez de la mañana y Encarni sabe de qué pie cojea la vecindad.
Encarni conoce a Forni (José Francisco Fornieles), un joven cuarentón constructor de vacíos, costurero de palabras, de timbre cautivador, voz musical y tono optimista. Es el locutor que ve amanecer en Radio Ejido, una suerte de Joquín Luqui actual que pasea por la calle Cervantes con el anhelo de contar la historia de su vida. Tan pronto disecciona un informativo como charla con el ciclista Cristian. Tiene la virtud de escuchar, que no es poca virtud en la radio, y su estilo es engatusador, un hechicero de los proscritos, un conquistador que tiene por pudor saber más por lo que calla que por lo que cuenta. Le gusta tanto esto de Hertz que ha convencido a su mujer para aprovechar una estancia de casa y crear un locutorio de lo más rocanrolero. Forni aúna ingenio y el deber de cumplir. Siempre cumple, como aquellos primeros locos que, desde una emisora parroquial, parieron hace décadas, con los primeros invernaderos, este invento mágico.
Forni conoce a Manolo Ruiz. Manolo, a quien ni siquiera el corazón retira, es un señor de la sierra que vive en la costa. No come de esto, pero dirige Abrucena Radio, la emisora de la sierra nevada que tan pronto homenajea al rock clásico como nos cuenta el último bando del alcalde. Y todo, sin miedo al reloj, sin la presión de la agenda setting, sin guiones previos, sin las ataduras del negocio.
Manolo Ruiz conoce a Antonio Almécija, el hombre que pone el verbo en el Bajo Andarax, tan conocido en Huércal de Almería (Candil Radio) como Ismael Torres, el alcalde. Su voz deliciosa de locutor americano con dos copas de wisky y un Marlboro es tan identificable en Los Pinos como en Santa Fé de Mondújar. Almécija es Candil, pero no todo. 200 colaboradores y más de 60 mciroprogramas ponen acento a la diversidad.
Radio Olula
Almécija conoce a Manuel Morata, de Radio Olula, el taller de donde salió Javier Romero (la ronquera de la SER) cuando en 1982 emergió en el Almanzora. Romero conoce a Miguel Ángel Sánchez, la voz del Levante, y al argentino -y filabreño- Jorge Colipe (Radio Filabres, Radio Fines), magnético juglar de la radio de bolsillo. Jorge, claro, conoce a Rosa Galán -la voz más social y amigable- que, a su vez, conoce a Pepe Cuenca -la voz más cultural y cinéfila-. Y Pepe, por años, conoce a Asunción Quirós -hija del gran director de EAJ-60 y la voz más informativa- que, por obligación, sabe mucho del ausente, esa gente de Dipalme Radio (servicio de radio local de la Diputación de Almería) que desde el año 2000 vienen avisando de que Benitagla existe.
Dalías, Vícar, Roquetas, Níjar (con la gran Inmaculada), Laujar, Alhama, Pulpí, Sorbas, Uleila, Tabernas, Vélez-Blanco o Cuevas han mantenido la esencia de esa radio que sabe a quién le cayó el ramo de flores en la boda del sábado. Algo más glocal, pero no demasiado, es el mensaje de la Ser (con Alfredo Casas, los Tony, Góngora, Fran, ), la Cope (con Verónica, París, Jordi, el ex Juan Domínguez), Onda Cero (con el ex Juanjo del Arco, Céspedes, Inés, Ballesteros, Manzano, Chema), Es Radio (Víctor, José Luis, Itziar), RNE (con Raúl y, en el recuerdo, todos los ex de una escuela inolvidable) y Canal Sur (Recio, Juan, Belén, Manolo, Hermosa, Salva, Amérigo…).
Desde que nace EAJ-18 y luego Radio Almería en 1934 (Antonio Torres), la radio ha ido descontando días hasta su muerte. Se fueron los enterradores. Y la radio sigue. Radiante. Palpitante. Chivata. Y, siempre, siempre, con una discapacidad que no la incapacita: su ceguera, su timidez, su ternura, su intimidad, su calor.
Cuando una silla de ruedas viaja, por el camino de los eucaliptos, buscando la carretera del cerro hacia Monteagud, hay una fiel amiga, confidente y psicóloga, que dice: “Ponme”. El viejo escucha, solo, a Antonio Molina, mientras van creciendo las flores de los almendros en los campos de Uleila. Suena la radio. Gira la vida.
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