El día 19 de marzo de 1872, festividad de San José –hace justo hoy 150 años- Pedro Antonio de Alarcón iniciaba desde Granada por el valle de Lecrín un viaje que habría de alumbrar un libro verdaderamente memorable: La Alpujarra, sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia. El autor de “El sombrero de tres picos” se consagraría así como el gran escritor de libros de viajes en el siglo XIX, al unir esta imprescindible obra maestra a sus otros conocidos títulos: “Diario de un testigo de la guerra de África” y “De Madrid a Nápoles”, a los que años después añadiría “Viajes por España”, prodigio de narrativa y de penetración en el alma de nuestras costumbres. El viaje a la Alpujarra granadina y almeriense del gran escritor de Guadix finaliza en Adra, precisamente donde en 1493 embarcaría Boabdil rumbo al exilio.
Este itinerario del rey Chico es la base de la Ruta de Boabdil que está impulsando el Ayuntamiento de Órgiva mediante la creación de una Asociación de los veinticinco municipios alpujarreños que tuvo que recorrer el último sultán de Granada antes de embarcar en Adra hacia el sultanato de Fez. Las concomitancias geográficas del periplo de Boabdil con el viaje de Pedro Antonio de Alarcón son tan evidentes que la ocasión podría servir también para poner de relieve la obra del eximio escritor accitano, hoy ciertamente olvidado incluso en los libros de texto de los aspirantes a bachilleres. Bien es cierto que Alarcón parte de la misma ciudad de Granada mientras que Boabdil lo hizo desde Santa Fe. Pero ello no trastoca el hecho de la similitud de los recorridos de uno y otro hasta desembocar en la antigua Abdera, en cuya galopada desde Murtas se luce Alarcón al hacer descripciones de bellísima factura que le conducirán hasta la misma orilla de aquellas playas donde jinete y montura se solazan en el festón del agua después de once días de paisajes nevados.
Conservo como oro en paño la edición facsímil que en 1983 publicó Editoriales Andaluzas Unidas, un proyecto impulsado por José María Artero desde su Librería Cajal y que juntó a otros seis libreros de Granada, Málaga y Sevilla en un intento de agrandar el fondo cultural y de comercio en nuestra región, a través de la Colección Andalucía Eterna de la que este volumen sería el primero. Es un primoroso libro facsímil reproducido de la primera edición, publicada en Madrid en 1874, cedida por Antonio Sánchez Trigueros. Lleva una portada con fotografía de Pérez Siquier. Para los amantes de los libros de lance éste es un singular tesoro difícil de catalogar. Es una más de las muchas iniciativas que debemos agradecer a José María Artero a quien, con toda justicia, el Ayuntamiento ha dedicado la nueva biblioteca pública de la ciudad.
El Ayuntamiento de Órgiva, centro neurálgico y capital de la Alpujarra, está demostrando gran sensibilidad al propiciar esta Ruta de Boabdil que mantendrá vivo el recuerdo de aquel rey que lloró como mujer lo que no supo defender como hombre. Y cuyo itinerario, a pie, a caballo o en cualquier otro medio de transporte, habrá de servir para poner en valor las maravillas naturales de esta zona de nuestra geografía, el estudio de sus costumbres ancestrales, su peculiar y rica gastronomía a lo largo de numerosos pueblos hilvanados por la magia de los estertores del reinado nazarí y su actualidad todavía latente en todos los recodos de este camino por descubrir.
Es un proyecto que necesita de dos factores imprescindibles: la subvención de los fondos europeos Next Generation y, lo que es tan importante, el entusiasmo colectivo de los lugareños para hacer pasar de las musas al teatro un proyecto que merece toda la atención y esfuerzo por parte también de las Administraciones provinciales, autonómica, nacional y comunitaria. Y en esta fase embrionaria se ha de tratar de divulgar la idea a través de los medios de comunicación para lo que sería necesario dedicar una partida del presupuesto a que periodistas y agentes turísticos conociesen in situ el plan que se quiere llevar a cabo. No hay nada más falaz en estos tiempos que aquello de que el buen paño en el arca se vende. Estamos en el siglo de la comunicación y todo lo que no se comunica no existe. Es algo que tuvo muy claro Jerónimo Páez en los albores de la Ruta de Washington Irving, desde La Rábida a Granada, cuya difusión inicial fue parte esencial del éxito del proyecto.
“Gratísima memoria conservaré eternamente de la tarde y la noche que pasamos en la renombrada villa de Órgiva”. Esta cita de Pedro Antonio de Alarcón en su viaje a La Alpujarra merecería que entre los planes de la Ruta de Boabdil tuviese cabida una nueva reedición del libro del extraordinario escritor accitano para que su memoria no quede reducida al monumento en forma de banco de la Avenida de la Constitución granadina donde con tanto gusto nos hemos sentado tantas veces a echar un rato en su compañía.
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