Cuando en aquellos días de junio de 2015 llenos de votos y rosas Pablo Iglesias inició en el Cádiz de Kichi su “Ruta del Cambio” por las ciudades españolas conquistadas por Podemos en las municipales se sentía tan invencible que, en unas declaraciones públicas se desató tanto, que en esa frontera insolente y sin retorno que une el desprecio y la estupidez en la que se sientan a mirar a los demás los soberbios, recomendó con iluminada solemnidad revolucionaria de recién llegado a los viejos militantes de Izquierda Unida “que se cocieran en su propia salsa llena de estrellas rojas y de cosas” y les pedía que no se acercaran a él, “porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada, sois unos cenizos. No quiero que cenizos políticos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes políticos de Izquierda Unida, y yo trabajé para ellos, que son incapaces de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros. Presentaos a las elecciones, pero dejadnos en paz. Habéis sido incapaces muchísimos años de entender lo que estaba pasando, de hacer una lectura coherente. Quedaos en vuestro sitio. Podéis cantar la Internacional, tener vuestras estrellas rojas, yo no me voy a meter con eso. Es más. Hasta puede que vaya, porque a mí eso también me emociona y me gusta, pero no quiero hacer política con eso. Dejadnos vivir a los demás”. Fin de la cita publicada en el diario “Público” el día de San Juan de hace siete años. Qué lejos estaba entonces Iglesias de comprender que, en política como en cualquier esquina de la vida y como escribió Heráclito, “todo fluye, todo cambia, nada permanece”.
La noche del lunes y mientras escuchaba en la SER el magnífico ´Agora´ de Hora 25 que comparten Iglesias, Margallo y Carmen Calvo no pude resistir la tentación de buscar en la hemeroteca- malditas hemerotecas para tantos olvidadizos- aquel desprecio histórico con que el líder de Podemos valoraba la lucha de miles de militantes del PCE en la dictadura y por la democracia. Y no pude, tampoco, imaginar lo que, ante tanto insulto estúpido, sentiría Antonio Muñoz Zamora, el histórico luchador comunista almeriense que defendió la República, luchó contra Hitler desde la resistencia francesa y sobrevivió al campo de exterminio de Mathausen en el que fue el preso numero 90.009 hasta la mañana del 5 de mayo de 1945 en que los soldados americanos entraron en aquel horror en el que la vida valía menos que nada. Una vida que Antonio continuó jugándose en la clandestinidad antifranquista hasta la legalización del PCE. Que un predicador de homilías populistas pretendiera descalificar la memoria de Antonio Muñoz Zamora y de quienes le acompañaron en aquella lucha es un insulto a la inteligencia de quien así se comporta.
Iglesias despreciaba entonces tanto a sus viejos camaradas comunistas que trabajó con determinación para que los nuevos camaradas liderados por Alberto Garzón se diluyeran en Podemos. Lo consiguió. IU y el PCE se integraron en la estructura real de Podemos ocupando el espacio destinado a un florero decadente.
El drama para Iglesias y su banda iluminados adanistas (creen que con ellos empieza la historia, que ilusos) es que aquel no iba a ser solo un viaje de ida. El florero tenía en su interior capullos como Garzón, pero también alguna rosa cuyas espinas acabarían clavando la mano- y la estrategia, eso es lo que duele más- de quien la rescató del florero convencido de poder continuar moviéndola según su uso y costumbre.
Yolanda Díaz fue un error. Un inmenso error cometido por Iglesias el día que decidió elegirla sucesora. Y fue un error porque nunca pensó que la elegida estaba decidida, como en la canción de Ana Belén, a ser ella misma desde su libertad y a andar por su propia piel.
Su alegato del lunes a favor de las primarias era un nuevo cambio de vía. El, que había impuesto a Diaz a dedo, se rebelaba contra el acuerdo de despacho en el que la izquierda andaluza había optado por Inmaculada Nieto para liderar la candidatura el 19 J. Y en ese camino de contradicción y de olvido de Iglesias me acordé de cómo fueron elegidos David Bravo en 2015 y el general Julio Rodríguez en 2018 como cabezas de lista de Podemos por Almería. ¿Lo eligieron las bases o fue una decisión personal del entonces idolatrado líder? La respuesta es obvia.
Iglesias sabe- y le rompe el alma- que aquella IU de incapaces y cenizos que en 2015 se disolvió en Podemos es la que, ahora en Andalucía y mas tarde en todo el país, acabará acogiendo- y veremos si reconstruyendo- los restos del naufragio de aquellos asaltadores de cielos venidos a menos.
Sostiene el principio de Hanlon- y me lo recuerda Ana Torregrosa, la excelente periodista y biógrafa de Antonio Muñoz Zamora- que “nunca debe atribuirse a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez”. Desconozco cual de estos dos comportamientos mueven cada mañana la balacera de Iglesias desde sus trincheras mediáticas. De lo que sí estoy seguro es de que el político de Podemos nunca se tomó en serio aquella frase de El Quijote en la que Maese Pedro recomienda a su ayudante: “llaneza, muchacho, llaneza, no te encumbres, que toda afectación es mala”.
Nadie debería olvidar que cuanto más cerca estás de la cumbre mas te acercas al abismo.
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