Las mafias de tráfico de seres humanos demuestran una capacidad camaleónica para explotar la miseria de la migración clandestina y, al mismo tiempo, sortear los controles en la frontera sur.
Las organizaciones han pasado de la introducción de pequeñas pateras de marroquíes a grandes lanchas de subsaharianos, a menudo en condiciones muy precarias. Y de éstas a las barcas de fibra cargadas de argelinos. Y de éstas a las embarcaciones de refugiados sirios y palestinos. Y de éstas, a las estructuras criminales asentadas en España.
Las fuerzas de seguridad han detectado indicios sólidos de la presencia de organizaciones dedicadas a la introducción de migrantes irregulares cuyo centro de operaciones se encuentra en Almería.
No son españoles que colaboran con traficantes, como sucedía a partir de 2019 con la irrupción de la ruta argelina, sino miembros significativos de bandas asentadas en esta orilla, pero con contactos relevantes para la captación de viajeros al sur del Alborán.
Fuentes policiales consultadas por LA VOZ apuntan a una tendencia, una evolución de los circuitos ilegales de la inmigración clandestina. La ruta argelina supuso un salto porque, por primera vez, las embarcaciones presentaban condiciones técnicas para llegar a tierra antes de ser detectadas. No en vano, buena parte de las barcas y los motores son comprados en España y a españoles, un elemento determinante para entender el sistema nervioso de la migración irregular en esta zona de la costa.
Ahora bien, las mafias necesitaban también recursos en España y ahí surge esta nueva vuelta de tuerca. Parte de las bandas se asientan en Almería y otras provincias limítrofes para gestionar la compra de lanchas y motores, el alquiler de viviendas y la contratación de taxis.
La Policía Nacional y la Guardia Civil ya había esbozado esta tendencia en operaciones como Celestina, Sidegar o Sidecar (Levante de Almería), pero en los últimos meses se han añadido otras investigaciones, ahora en curso y focalizadas sobre ciudadanos magrebíes.
El objetivo de las mafias es exprimir a los migrantes desde antes de subir a la patera. Venden un espacio, un viaje corto, un transporte a pie de cala en Cabo de Gata y a menudo el desplazamiento hacia lugares como Alicante (con una colonia argelina muy numerosa), Cataluña, Francia y Bélgica. Para sacar partido a todo este periplo, han crecido en importancia figuras radicadas en suelo español.
Un ejemplo reciente es el naufragio de tres pateristas frente a las costas de Cabo de Gata. Fueron rescatados por dos mercantes y alegaron que volcaron con otras diez personas cuando se acercaban a la provincia. Sin embargo, como adelantó LA VOZ DE ALMERÍA, en realidad eran pateristas que habían comprado una embarcación en España y se disponían a viajar presuntamente a Argelia para cargar allí a migrantes.
Las organizaciones han repetido sistemas como este, ofreciendo cobertura completa a quienes luego se encargarán de pilotar las lanchas rápidas en el eje Orán-Almería.
Con todo, la cifra de migrantes irregulares ha caído en Almería en torno a un 30 por ciento este año. Un 20 por ciento en toda la frontera sur, según Frontex.
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