Aunque muchas veces no lo parezca en nuestras calles, cuando este 15 de marzo se cumplen tres años desde que comenzara el primer estado de alarma el coronavirus continúa presente, como bien demuestran los informes que semanalmente ofrece la Junta de Andalucía. Según el último, de este mismo martes, Almería ha sumado un muerto más en los últimos siete días, mientras que sus hospitales vuelven a tener también un paciente en estado crítico en cuidados intensivos, algo que no ocurría desde el mes pasado, mientras que en planta los ingresados aumentan de seis a nueve.
Los datos globales de la crisis sanitaria hablan por sí mismos: hasta el momento, han fallecido oficialmente en la provincia por el covid-19 un total de 1.382 personas, han tenido que ser hospitalizadas 6.729 (912 de ellas en la UCI) y han sido confirmados 158.034 casos, aunque en la realidad han sido muchísimas más las personas infectadas, sobre todo teniendo en cuenta de que desde hace meses solo se realizan pruebas en la sanidad pública a mayores de 60 años y personas en distintas situaciones de riesgo.
Este impacto directo del virus en la población, el que nos ha infectado y el que se ha llevado la vida de conocidos y familiares ha sido sin duda el mayor efecto de la pandemia, aunque también ha dejado efectos a largo plazo e incluso nos ha cambiado la vida en algunos efectos.
Sin lugar a dudas, quienes más siguen sufriendo los efectos de la pandemia y para quienes más ha cambiado su vida son aquellos que no han conseguido superar la enfermedad, los pacientes afectados por el covid persistente, a quienes esta enfermedad ha afectado decisivamente a sus vidas. Es el caso del almeriense Juan Manuel Chacón, de 38 años, quien padece covid persistente casi desde el inicio de la pandemia y que llegó incluso a sufrir, como lamenta, la inicial incredulidad de conocidos y allegados. “La Seguridad Social me abandonó desde el principio y hasta sentía que familiares míos no parecían creerme”, afirma. Afortunadamente, a medida que esta enfermedad está siendo conocida y reconocida, esto ha cambiado.
A día de hoy Juanma sigue con secuelas. “Ayer mismo sufrí una inflamación de los ganglios, y padezco de una fatiga crónica que, me temo, va a ser difícil de superar”, dice. El primer gran efecto de su dolencia fue tener que dejar su trabajo como agricultor, una labor que ya ni se plantea por su fatiga crónica, aunque dice que en los últimos meses ha mejorado y su objetivo es volver a trabajar al cien por cien algún día, pero en otra cosa.
Él pertenece a la asociación Long Covid Andalucía, que agrupa a los pacientes con esta enfermedad en la comunidad. “Muchos de ellos siguen en una situación crítica, en silla de ruedas y muy afectados, por lo que pedimos a las administraciones y a la sociedad en su conjunto que no se olviden de nosotros, que no nos dejen solos, como hemos reclamado en un manifiesto estos días”, pues se calcula que son dos millones de personas los que padecen de covid persistente en España, señala.
El covid en las aulas
Uno de los ámbitos donde más ha afectado la pandemia ha sido el educativo, y no solo por el confinamiento de las primeras etapas, sino porque ha obligado a modificar hábitos, tanto entre alumnos como profesores e incluso padres. En los que a los profesores se refiere, Dolores Tapia, maestra y quien era secretaria del CEIP Virgilio Valdivia de Aguadulce en el momento en que se decretó el primer estado de alarma, destaca que al margen de que por supuesto toda la comunidad educativa se haya visto perjudicada por la pandemia, también es cierto que ha provocado un cambio en el trabajo de los docentes, sobre todo en lo que se refiere a las nuevas tecnologías, hasta el punto de que, como dice, debido al covid se ha dispuesto la obligatoriedad para profesores y maestros de formarse respecto al trabajo digital. “El proceso de digitalización ha experimentado una aceleración definitiva debido a las condiciones con que nos hemos encontrado en los tres últimos años”, señala.
Respecto a los alumnos, esta maestra considera que se han visto perjudicados en general sobre todo durante el confinamiento porque obviamente no pudieron recibir la formación que hubieran tenido de forma presencial. “Nos ha afectado mucho, a mi misma me costó mucho trabajo salir a la calle después del confinamiento, y sin duda que la pandemia nos ha dejado secuelas a todos”, concluye.
“Parece que todo el mundo se ha olvidado”
Entre los lugares donde más se sufrió la primera etapa del covid se encuentran las residencias de mayores, donde tantas personas han fallecido (más de 200 en Almería, según datos de la Federación de Organizaciones Andaluzas de Mayores. En Andalucía se han contagiados por covid 19 en las residencias 37.542 personas, han fallecido 3.325, han sido hospitalizados 4.676 e ingresados en UCI 33, según la misma fuente.
Entre quienes vivieron la trágica situación de estos centros desde dentro se encuentra Lourdes Caro, una limpiadora que trabajó en la residencia Virgen del Rosario de Roquetas en los peores momentos del covid. “A pesar de todo lo que sufrimos, y lo que pasaron la mayoría de los internos, que además de ver cómo morían sus compañeros se veían obligados a permanecer ‘encerrados’ en sus habitaciones, ahora parece como si nada hubiera pasado, como si todo el mundo se hubiera olvidado de todo”, dice. Por fortuna, en algunos casos la situación ha ido a mejor: “Recuerdo que en aquellos tiempos, gente que sabía donde trabajábamos se apartaba de nosotros en la calle como si fuéramos apestados, afortunadamente luego se reconoció nuestro trabajo”, dice.
La mascarilla ha llegado para quedarse en la sanidad
También en primera línea trabajó José Miguel Garrido, enfermero del 061 de Almería que reconoce que en los tiempos más duros llegó a tener jornadas laborales de hasta 20 horas diarias, porque además trabajó como voluntario para Protección Civil, y por si fuera poco aceptó trabajar en un hospital privado por la falta de personal que sufría. En su caso, la pandemia también ha supuesto un cambio importante, puesto que le llevó a formar parte de diferentes grupos de voluntarios y del equipo de la UAL que ha cambiado los protocolos para la reutilización de guantes de protección, al detectar que eran los componentes etílicos de los materiales de limpieza los que lo degradaban y al encontrar otros que no lo hacían.
Garrido también destaca otro cambio que puede haber venido para quedarse, el del uso permanente de la mascarilla en el ámbito sanitario, algo que valora de forma muy positiva, puesto que se ha comprobado muy útil. “En 28 años de trabajo, antes solo había usado la mascarilla de forma puntual, pero ‘gracias’ al covid ahora la uso a diario”, señala.
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