La inteligencia artificial (IA) es un problema todavía incipiente que aqueja al Periodismo en todo el mundo. La tecnología digital permite unir en una misma imagen a personas que no se han visto jamás y hacer pasar por un encuentro real lo que no es más que un montaje de corta y pega, si bien con un arte final tan perfecto que da el pego al lector o al televidente. Las redes están llenas de camelos, y entre ellos las fotos trucadas constituyen una plaga difícil de controlar. A este paso, fotógrafos de Prensa y cámaras de TV se van a tener que hacer acompañar de un notario que de fe de que la imagen que se está tomando se corresponde con la realidad.
Pero siendo éste un grave problema que amanece en la profesión periodística, existe otro de fondo y de mayor alcance sobre el que es necesario reflexionar en voz alta. Me refiero a la práctica, ciertamente no generalizada, de la manipulación informativa, a la que algunos medios se prestan torciendo el contexto, la situación, el entorno y hasta el escenario en que se produce o se plantea una determinada noticia. Lo que viene siendo norma más habitual es la de interpretar el texto sesgadamente, cuando no directamente al revés, para difundir una versión radicalmente contraria a la literalidad de la noticia emitida, generalmente prescindiendo de datos, y que la fuente emisora transcribe como argumentos concluyentes. Se trata de una práctica periodística aberrante, desde luego contra la deontología profesional e incluso una afrenta a la ética y a la moral civil.
Sin ir más lejos, es el caso paradigmático que a lo largo de la semana hemos podido comprobar en la proposición de ley de ampliación de regadíos de Doñana, defendida por el Gobierno de Moreno Bonilla, y que resulta ser un ejemplo donde los haya de manipulación informativa desde el Gobierno de Pedro Sánchez con ramificaciones en sus terminales mediáticas de todo tipo, desde la prensa escrita hasta la radio y la televisión, sin olvidar, claro está, la herramienta fundamental: Internet, tantas veces amparado en el anonimato. ¡Y adivina quién te dio!
La Junta de Andalucía se ha hartado de decir que el acuífero 27, de capital importancia en el extremo meridional de Almonte-Marismas, no se vería afectado porque, protegido por el nuevo proyecto de ley, los riegos ampliados lo serían solamente con aguas superficiales. Pero a la opinión pública se ha trasladado desde la Moncloa que el maltrecho acuífero 27 sería prácticamente desecado mediante esta nueva norma andaluza que sin embargo lo mantiene intocable, fuera de toda discusión y debate.
En los muchos años, más de medio siglo, que llevo dedicado al Periodismo pocas veces he contemplado un caso tan flagrante de desviación de la atención pública, invirtiendo los términos de la propuesta legal y omitiendo aquellos otros que son contrarios al objeto de la manipulación perpetrada sin los menores escrúpulos. Y se puede llegar a transformar la verdad porque el común de los fieles no se pone a leer los veintitantos folios del proyecto presentado en el Parlamento de Andalucía y solo se guía por lo que ve en periódicos y en redes o escucha en radio y en TV. Bien es cierto que los medios más moderados o afines al Gobierno popular no han hecho el menor esfuerzo en enderezar el entuerto para que resplandeciera la verdad, simplemente transcribiendo el articulado de la propuesta. Por lo que podemos concluir que estos medios independientes o más próximos a la Junta tampoco se han tomado la molestia de dedicarle un cuarto de hora a la lectura de la futura ley.
Todo esto me lleva a pensar que a los tres grandes clásicos géneros que se estudian en la Facultad de Periodismo –crónica, reportaje, entrevista- habría que añadir el de manipulación informativa, si bien esta nueva especie como elemento para trufar cualquiera de los mencionados, pues su condición y naturaleza sirve igual para un roto que para un descosido. Y desde luego para confundir y alterar el exacto y cabal conocimiento de la noticia pura sin más interpretaciones interesadas.
No somos pocos los veteranos de esta profesión que entendemos que el Periodismo puede estar herido de muerte si no se retoma el canon del oficio: contar las cosas tal como son, los hechos según acontecen con arreglo a un código ético hoy en buena parte pulverizado por la manipulación y por la intoxicación sistémica que evacua Internet. No de otra forma se podrá restaurar la confianza de la gente en un servicio público fundamental, constitucionalmente reconocido y de todo punto imprescindible en las sociedades democráticas de nuestro tiempo.
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