Sentada en un sillón, como durante más de media vida lo ha estado tras un mostrador (en un asiento mucho menos cómodo); con palabras amables pero un gesto de incertidumbre, Prudencia Fernández González recibe a LA VOZ en su piso de calle San Miguel. No sabe por qué quieren entrevistarla, pero abre las puertas de su casa y recibe con los brazos abiertos a un periodista al que, con el paso de los minutos, va abriendo también las ventanas de sus recuerdos con la ayuda de su hija Concha.
Curranta, emprendedora, valiente, servicial... La lista de adjetivos que definen a Prudencia es interminable. Es toda una institución en el barrio de San Miguel, donde en 1971 abrió las puertas de Autoservicio Guillén, que supera el medio siglo de edad ubicado en la esquina de Joaquín Vázquez con Luis Braille. Es la tienda más longeva de una calle que también dio cobijo a la panadería de Ana Mari, a la pescadería de Mari o a la tienda de Jacinto.
La de los Guillén Fernández es la única que pervive de aquellos años en los que todavía estaba en pie el cine de verano. Y ahí sigue este negocio familiar por la constancia y el duro trabajo de la gallardera y sus tres hijos. Pero sobre todo por la fortaleza de una esposa y una madre que supo salir siempre hacia adelante a pesar de durísimos e injustos golpes.
Comienzos del negocio
Natural de Los Gallardos, donde nació un 4 de junio de 1935, Prudencia ha estado ligada siempre a la profesión de tendera. Su familia tenía una panadería en el pueblo, por la que correteaba siendo una cría y en la que también despachó para echar una mano. No quedaba otra en esos tiempos en los que los niños se hacían mayores mucho más rápido, obligados por las circunstancias de la vida.
Se casó con José Guillén Valdivia, un apuesto trabajador de las minas de Bédar que, con el cierre del yacimiento, se fue a Alemania para buscar trabajo a finales de los 60. El 2 de agosto de 1971, en un viaje a tierras germanas, José fallecía de un infarto con 42 años de edad cuando el matrimonio ya estaba establecido en Almería capital, con sus planes de futuro y la persiana de la tienda recién levantada. Prudencia se quedó al cargo del negocio y del cuidado de sus hijos Felipe (14 años) y Juanjo (11), estando además embarazada de Concha.
Con la ayuda de dos familiares que tuvieron que venirse a la ciudad desde Los Gallardos, Prudencia tiró del carro en una tienda que tiempo después ampliaron al comprar el local de al lado. Sus tres hijos crecieron ayudando a su madre a convertir el Autoservicio Guillén en todo un referente del vecindario.
"Cuando teníamos la casa también en Joaquín Vázquez, estábamos comiendo y nos llamaba la gente para que abriéramos la tienda porque necesitaban alguna cosa. Siempre hemos agradado al cliente", recuerdan madre e hija, que a mitad de los 80 disfrutaron juntas de un viaje a Río de Janeiro, Buenos Aires y a las Cataratas de Iguazú que le tocó a Prudencia, junto con un Alfa Romeo, en un sorteo de la marca Campofrío.
El apoyo de sus tres hijos
El negocio fue conocido también como "la tienda de Felipe", el hijo mayor, un maestro que nunca ejerció porque a sus 22 años se puso codo con codo a vender con su madre. "Aprovechaba los recreos del instituto para irse a la tienda y que mi madre pudiera subir a hacer la comida", asegura Conchi, profesora desde 1998.
Pero Felipe murió en 2010. Su familia y todos los vecinos quedaron abatidos de dolor. Juanjo, el mediano, dejó su trabajo y se fue con Prudencia, que se jubiló a los 65 años, aunque no hay día que esta abuela de 5 nietos no baje a la tienda a pasar el rato. Su hijo está de baja desde hace unas semanas por una operación y hasta nuevo aviso estará echada la persiana de este histórico negocio.
Clientela
"La gente me ha tratado de maravilla. Nunca he dejado a deber nada a ningún proveedor. Tampoco he puesto obstáculos a los clientes que no podían pagar la compra en el momento. Que me pagaran cuando pudiesen", reconoce Prudencia, una mujer generosa que se ha desvivido por todo el mundo. Es, sin duda, patrimonio humano de un vecindario que ha cambiado muchísimo desde que abrió Autoservicio Guillén hace más de 52 años.
"Ahora la gente va a la tienda porque se les ha olvidado algo de Mercadona". Y es que el crecimiento del barrio también trajo a las grandes cadenas de supermercados. Sin embargo, ninguno puede competir con la cercanía y la confianza de personas como Prudencia, historia viva de un barrio que la admira: "Me conocen hasta los gatos".
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