Hay un hombre/mujer en el centro de esta ciudad esquinada que hoy se habrá levantado sin saber por dónde empezar: tener dinero de golpe paraliza más que no tenerlo. “Por dónde empiezo a gastar 38 millones, sin levantar la liebre entre mis vecinos”, se habrá preguntado el muchimillonario anónimo del casco histórico. Ramón el del Bahía de Palma no es el agraciado porque hoy ha abierto el bar; tampoco Gabriel Cobos, el de los electrodomésticos, ni Javier el tallista, que le pintaba los labios a una Virgen ayer mañana, ni la concejala de Urbanismo, que estaba en su despacho en perfecto estado de revista. “Quién será el acertante, quién será el suertudo”, se preguntaban ayer los paseantes por la calle Mariana, donde se ungió toda esa cosecha de euros para una sola persona: 38 millones (8 para Hacienda) más del doble de lo que cobrará de ficha Mbappé por cabalgar como un búfalo por la hierba del Bernabéu.
“¿Por dónde empiezo, señor mío, voy a mi banco, hago un aparte con el director y le enseño el boleto ... o cojo directamente un avión y me voy a Las Bahamas? estaría seguro preguntándose ayer el almeriense ricachón con el boleto en la mano, el mayor premio de Lotería Primitiva dado en Almería. Si es un hombre/mujer al que le gusta poco calcular, de vida ordenada, el premio, pensará, que ha venido a desordenarle la vida, él/ella que vivía tan tranquilo/la. Quien estaba feliz ayer como una perdiz era José Luis Alcaraz, recibiendo a televisiones y emisoras de radio en su pequeña administración y estanco, como si fuese este hombre de pelo ensortijado que se le parece a Gadafi, la mismísima doña Manolita o más cerca aún, el famoso lotero de Roquetas, el único lotero de España que le incomoda dar premios. “Se monta mucho follón”, dijo la última Navidad que otorgó el Gordo.
Entre vapeadores y cajetillas de Marlboro, el estanquero elucubraba: “El acertante tiene que ser del barrio, el lunes entraron pocos turistas porque la Alcazaba está cerrada, sellé en torno a 50 boletos”. Entre medio centenar de nominados, por tanto, anda el juego. Quién habrá sido el agraciado, se pregunta el barrio, como se pregunta uno por el asesino leyendo una novela de Agatha Christie.
La cola llegaba ayer hasta la puerta del establecimiento. “Esto no es normal, se ha corrido la voz y la gente cree que que va a tocar todos los días”, exclamaba el lotero, asediado por las vecinas, felicitado por los camareros de los bares cercanos, por los albañiles que iban a por un refresco, por las monjas de Las Claras que hacían sonar las campanas. Hasta que apareció Carrete, el lotero/cantaor, con los acostumbrados décimos en el pecho pillados por una pinza. “Llevo dos apuestas de la Primitiva del lunes, pero no los he mirado, dijo. Y se hizo el silencio. ¿Carrete multimillonario?
Pero por más que José Luis Alcaraz le pidió comprobar si era el boleto premiado, el lotero se resistió: “Lo voy a mirar luego en mi casa, por si acaso”. Dice José Luis que Carrete juega todos los días a la Primitiva, él, que vende lotería nacional, que es como vender pescado en la Plaza y pasar todos los días por la carnicería a comprar un bistec. José Luis regenta una administración que ya va por la tercera generación. Empezó su abuela Juana y después su madre Carmen, él lleva desde 1983 a pie del cañón. Más de ochenta años sin un premio que echarse a la boca. Hasta el lunes. Su primitiva ubicación estuvo en la misma calle Mariana, pero en la acera de enfrente, junto a la escalinata que da acceso a los baños árabes, junto a la heladería de Adolfo, enfrente de La Flor y la Nata, que es hoy un solar donde aparcan los coches y que, en breve, se convertirá en una manzana de apartamentos turísticos con salida a la calle Lope de Vega. El actual local de la administración, estanco y también bazar, donde ser venden también souvenirs y golosinas, era la antigua tahona de Carolina Montes.
Quién será, será, se preguntan en el barrio más antiguo de Almería, en todo ese entorno apretado de casitas de la calle Las Tiendas, en todos esos barecillos de Jovellanos, hasta la Administración Vieja, hasta Arráez y la Plaza de la Catedral; quién será, será, se preguntarán los canónigos y los vicarios, quizá pensando que si el portador del boleto premiado es religioso, es un feligrés de pro, quizá les pueda hacer un donativo como Dios manda, acorde al tamaño del premio conseguido; quién será, será, ese hombre/mujer que hoy está paralizado de miedo, sin saber si comprarse un Maserati o irse de crucero, sin saber qué va a hacer con su nueva vida, si va a acudir a su puesto de trabajo para no levantar sospecha. Un problemón el que tiene.
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