La desaparición de los bancos de las plazas y calles almerienses fue uno de los debates plenarios del pasado viernes. Una discusión planteada por el Grupo Municipal de Vox y abocada a pasar sin pena ni gloria. Hubo quien se sorprendió de que una moción sobre bancos diera para escribir dos folios.
También quien reconoció que se habían quitado algunos por petición vecinal por generar ruidos, porque ya se sabe, muerto el perro se acabó la rabia. Y lo mejor, se dijo que hay que tener en cuenta que en la ciudad se promueve el ejercicio físico entre los mayores y “hay que tener zonas de descanso pero en su justa medida”, sea cual sea esa.
Quizá más allá de la proponente, Manuela Martín, que recordó que desde la Red de Ciudades que Caminan -a la que pertenece Almería- se recomienda que se coloque un banco cada 100 metros, el único que fue capaz de leer más allá de la petición de poner 20 o 40 bancos fue el portavoz del Grupo Municipal de Podemos-IU-Verdes, Alejandro Lorenzo, quien para su propia sorpresa coincidía en la necesidad de que haya “bancos en las calles y plazas” porque es “algo vital para el ocio”.
Y es que, detrás de la existencia de más o menos bancos hay dos modelos diferentes de ciudad: la ciudad que vive y disfruta de sus rincones, esa que crea puntos de encuentro para sus vecinos; y aquella en la que estamos de paso con calles y plazas convertidas en autovías de personas que las usan solo para ir de un punto a otro, para hablar ya están los bares o los cafés donde, ya de paso, hacen gasto.
Cambio
En los últimos años Almería, sea porque lo han pedido los vecinos, sea porque es más fácil mantenerlo evitando vandalismo o porque es lo que toca en estos tiempos, lo cierto es que se ha ido modificando el concepto que siempre ha existido en las ciudades mediterráneas de convertir las plazas en lugares de encuentro con bancos, zonas verdes y de sombra. Estas se han transformado en espacios bonitos para ver, fotografiar y pasar a otra cosa porque, o no hay donde sentarse o, si lo hay, es escaso y no hay protección del sol.
Hay ejemplos de plazas y espacios que demuestran que con sus bancos y con sus sombras, tienen vida. Ese es el caso de la Plaza de San Pedro, por ejemplo. Durante las tardes vuelven allí las risas y la vitalidad infantiles donde el resto del día solo hay voces de gente enganchada a un móvil.
Pero es que esta presencia de bancos, de lugares donde sentarse, hablar y compartir, hace que se llene la Rambla de jóvenes y de ancianos, el paseo marítimo de familias completas los fines de semana, y las plazoletas de los barrios de vecinos de toda la vida.
Quitar bancos en los barrios consolidados o poner menos en las nuevas zonas de nuevo desarrollo porque se generan ruidos y molestias a los vecinos no es más que coger el rábano por las hojas y lo que toca es incrementar la educación y la vigilancia.
Mantenimiento
La moción no se aprobó porque desde el PP aseguran que la ciudad tiene suficientes bancos y que en las actuaciones que se realizan se colocan más. Así, según Antonio Urdiales, concejal de Sostenibilidad Ambiental, en las 580 actuaciones realizadas entre los años 2022 y 2023 se colocaron estos asientos en todas ellas y puso como ejemplo “los 50 nuevos bancos en la Avenida Cabo de Gata y en las calles que llegan al paseo marítimo”.
Desde el PSOE, la concejal Fátima Herrera dijo que no apoyaban el texto porque “si no son capaces de mantener los bancos que hay, ¿para qué queremos más?”. Y es que esa es la otra pata de este banco, que los que están colocados por la ciudad no es que estén pasando su mejor momento. Así recordó Herrera que las empresas concesionarias de parques y jardines tienen que mantener y reponer los que están en su territorio, y la de limpieza viaria debe retirar y poner nuevos los que están en el suyo.
Dice Urdiales que se van a arreglar los 103 bancos del paseo marítimo y cambiar 46 en Los Ángeles. Ya es algo. Pero hay mucho donde trabajar.
Sea como sea, lo único cierto es que la presencia de más o menos bancos en la ciudad, de hecho, que haya o no haya donde sentarse en la plaza de debajo de nuestra casa, es uno de esos temas menores condenados a pasar sin pena ni gloria por el debate de los representantes políticos municipales y que, muy al contrario de lo que ellos piensan, marcan el día a día de los vecinos, de sus relaciones personales y, lo más importante, su opinión de la ciudad.
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