Se jubila Carreño, el de la tienda de la calle La Reina

Pone en traspaso el supermercado Supremo tras toda una vida despachando alimentos

Carreño atendiendo la tienda en plena pandemia.
Carreño atendiendo la tienda en plena pandemia. La Voz
Manuel León
22:35 • 30 sept. 2024 / actualizado a las 09:10 • 01 oct. 2024

José Antonio Carreño Martínez, uno de los tenderos tradicionales de centro histórico, se jubila. Le llega el descanso del guerrero al dueño del supermercado Supremo en el ecuador de la calle La Reina y pone en traspaso el negocio. Se trata de una de las pocas tiendas de barrio que quedan en las inmediaciones junto a la de Lolica. 



Carreño, con su jersey verde, el color oficial de Supremo, se despide así después de más de 30 años de trabajo callado, continuo, el trabajo de una hormiga que ha suministrado alimentos al barrio. Abrió la tienda en 1991, tras haber empezado a trabajar con su padre en la zona de la Plaza Pavía. 



Un trabajo que ha alternado con una de sus principales pasiones, el fútbol modesto, la cantera, a través del equipo del Pavía. También trabajó durante un tiempo en la empresa de legumbres Almazán. Carreño, junto a su equipo, afrontaron una prueba de fuego durante la pandemia, manteniendo la actividad en todo momento y llevando los repartos a domicilio a los ancianos y personas más necesitadas.



Por eso, la Asociación de Casco Histórico reconoció ese trabajo diario y les concedió uno de sus premios de las últimas ediciones en el Claustro de la Catedral.



Carreño durante estas décadas ha sido uno de los catalizadores de la vida del barrio y desde su silla, frente a la caja registradora ordena, con la maestría de un guardia urbano sin silbato, las compras de todo el barrio. Su tienda parecía en los tiempos del covid el Paseo en hora punta, con los pasillos anegados de compradores con mascarilla y guantes: un bote de café por aquí, unas latas de atún por allá o cinco barras de pan para congelar. “No damos abasto”, aseguraba en aquel tiempo que parece ya tan lejano, tecleando sin parar la máquina registradora.



No se sabe cuál será el futuro de esa tienda que es como un santuario para los vecinos de esa confluencia de calles cercanas, entre la Catedral y la Almedina. Calles que cada vez se quedan más despobladas de comercios, donde sobrevive la peluquería de Miguel Bisbal o la bodega de Pepe el del Montenegro. Y de momento no se ve ningún atisbo de que la situación vaya a mejorar a corto plazo. 





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