¿Es la feria, su ambiente y escenografía, más propicia para el drama o la comedia?
Para el drama, por supuesto, por aquello del contraste. Mientras todo el mundo está feliz y pasándoselo bien siempre hay un niño que se pierde y una familia que lo busca entre el chillerío y la diversión generalizada; un mocico que llora su corazón roto bajo la luz de las bombillas de la calle principal; una pelea en una caseta donde la orquesta sigue tocando y las focos continúan bañándolo todo de color.
¿Le pasó algo cómico en la feria?
Una vez me rompí una costilla en un concierto de Def Con Dos.
¿Cuál es su primer recuerdo de ella?
Me romonto a mis orígenes, a un recuerdo que, más que mío, pertenece a mi madre. Mercedes Rodríguez estaba embarazada de mí y acababa de romper aguas. La subieron a un coche y la llevaron a la Bola Azul. Mientras ella gritaba de dolor, recuerda que la estampa que veía a través de la ventanilla del coche, que la llevaba a todo trapo hacia el hospital, eran mujeres vestidas de gitana, lunares rojos y farolillos de colores que iban desfilando ante sus ojos a toda velocidad. El 26 de agosto de 1978 vine al mundo, era sábado por la mañana y la gente se estaba recogiendo de la feria de la noche anterior.
¿Qué le sugiere el incesante baile de Los dos Maños o la pesca de los patos?
Son parte de la iconografía de la feria y forman parte de nuestro imaginario colectivo. Ella, la gitana, parece tener un cuchillo en cada mano. Cuando le miras a los ojos es como si te quisiera apuñalar. Son como de una película de culto de terror flamenco. Algún día deberían ponerlos en el cartel de la feria, homenajearles y, de paso, innovar un poco con el diseño gráfico. Ya está bien de tanta Alcazaba de fondo y tanta gitana al viento que parece que va a salir volando.
¿En qué cacharrico situaría unos personajes de su imaginación?
En alguno sencillo y mítico, tipo el tren de la bruja. Unos padres suben a su hijo en el trenecito, éste se adentra por una de las puertas de la atracción y, cuando sale de nuevo, el niño ya no está: ha desaparecido.
¿Recuerda alguna canción bailada en feria?
Ésa de Rage Against The Machine que dice aquello de “And now yo do what they told ya”. Desde, más o menos, 1991, la ponen todos los años, todas las noches, y repetidas veces, en una de las casetas a las que voy. Para mí, y para muchos de mi generación, es como si fuera el himno de la feria.
¿En qué cacharrico subiría a quién y por qué?
Subiría a los 13 ministros del Partido Popular (que están acusados públicamente de corrupción sin que, por ello, haya dimitido ninguno), en el Martillo; y cuando la atracción subiese hasta arriba, se diese la vuelta y los pusiese a los 13 boca abajo, llamaría a toda Almería para recoger el dinero que se le cae de los bolsillos. Eso sí que sería una programación innovadora: ministros boca abajo, dinero que cae del cielo... éxito asegurado.
¿Su estado sentimental actual hacia ella?
Tengo buenos recuerdos de cuando se hacía en el puerto y dejábamos el coche cerca de la Alcazaba. El enclave era perfecto y la feria lucía más hermosa que nunca. El Zapillo no fue mala alternativa, el mar seguía estando presente, pero creo que alejarla de la costa no ha sido una idea afortunada. Una feria, además de para divertirse, sirve para fortalecer la identidad de un pueblo, y la feria alejada y vallada de la Almería de hoy, podría ser la feria de cualquier parte.
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Paco Bezerra