La taberna de Juan Puga pregonaba en 1921 en La Crónica Meridional su “cerveza helada y sus tapas exquisitas”. Fue el germen de la actual botillería de Jovellanos, santuario de la tapa para nativos y forasteros, que ven peligrar su bar de culto. La familia que lo regenta le ha puesto fecha de caducidad al local: el 28 de marzo.
La razón, explican desde el establecimiento, es que el propietario del inmueble quiere trasladarse a vivir al piso de arriba y no quiere debajo los ruidos de un bar. Un grupo denominado Salvemos Casa Puga, surgido de forma espontánea en la red social Facebook, ha conseguido en solo unos días, desde que este periódico adelantara la información el pasado 13 de enero, más de 1.500 adhesiones contra el cierre de esta célebre tasca.
No deber haber en la ciudad un ejemplo de lamento tan multitudinario contra la inhumación de un economato de la tapa como el que tiene por bandera el vino de Albuñol y las gambas abrigadas con gabardina.
Quedada de despedida Desde Barcelona y Hamburgo han llegado mensajes de apoyo para que Leo y su acreditada plantilla de camareros y cocineras, junto a la calle Las Tiendas, no tire la toalla y permitan seguir pugueando.
También, a través de la Red, se ha empezado a difundir una quedada de despedida el próximo viernes 29 de enero a las 21.30 en el que podría ser el bar decano de Andalucía.
Leonardo Martín, su actual arrendatario, que tomó el testigo de su padre del mismo nombre y éste a su vez de su tío Juan Puga, explica que el propietario les dio de plazo hasta finales de año “eso es poco tiempo para traspasar el local, además hemos sufrido bajas y se nos hace muy cuesta arriba”.
Leonardo explica que tiene la marca Casa Puga registrada y que ya ha recibido alguna oferta, “pero por ahora no hemos tomado ninguna decisión en firme”.
El futuro de esta histórica barra de mármol está, por tanto, en el aire y no falta quien haya expresado en foros que Puga se merecer ser catalogado como Bien de Interés Cultural.
Está documentado que en 1870 el inmueble, en pleno casco histórico de la ciudad era una taberna que regentaba Luis García Romero en la entonces calle Santo Cristo. Juan Puga Antequera, un alpujarreño de Albuñol, tomó las riendas con el nombre que aún mantiene en 1909, junto a su mujer María López .
Tras la Guerra languideció el bar y el fundador lo traspasó a su sobrino Leonardo Martín López, padre de los actuales arrendatarios, que podrían ser los últimos, si la providencia no lo remedia.
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