Leo se retira, Casa Puga continúa

Leonardo el del Puga se retira pero la taberna célebre seguirá en el mismo lugar y con el mismo nombre

Leonardo Martín en la barra de la ya legendaria taberna
Leonardo Martín en la barra de la ya legendaria taberna
Eduardo D. Vicente
01:00 • 22 feb. 2015

La primera vez que se puso detrás de la barra para llegar al mostrador tuvo que subirse en una caja de cerveza. Con siete años ya limpiaba los vasos en los días de más trabajo y cuando cumplió los once ya hacía las cuentas sobre el mostrador de mármol y se colocaba el lápiz en la oreja, como lo hacía su padre, como antes lo había hecho su abuelo.





Leonardo Martín López se ha pasado sesenta años haciendo del oficio su forma de entender la vida: dentro del bar, al otro lado de la barra, están sus mejores amigos y se han forjado sus mejores recuerdos. Por delante del mostrador de mármol ha visto pasar el tiempo, sin apenas tiempo para mirar el almanaque. Sesenta años que han pasado deprisa, a una velocidad de vértigo, como pasa la vida en una película en la que el protagonista dilapida su juventud en apenas dos horas.
Su infancia fue el bar y el bar fue su juventud. En las pocas horas de descanso aprendió a hacer cuentas y en los escasos ratos libres conoció a la mujer de su vida, se enamoró y formó una familia, siempre con el negocio como telón de fondo.





Podría escribir una crónica de la ciudad con los nombres de los clientes que han ido pasando por Casa Puga a lo largo de todos estos años y con las historias que fueron dejando atrás. Historias que forman parte del establecimiento y que se han quedado colgadas  en el ambiente formando esa atmósfera densa y sugerente que te envuelve nada más entrar. Es el dios del lugar, ese espíritu que nadie ve pero que todo el mundo siente y que te invita a volver una y otra vez.
Hubo un tiempo en que los asuntos más importantes que se cocinaban en el Ayuntamiento se conocían antes en Casa Puga que en el despacho del alcalde: los cambios políticos, las traiciones, los odios y los amores de conveniencia se digerían sobre la barra de mármol con un vaso de vino de por medio. Y el camarero escuchaba, callaba y sonreía.





Hoy, Leo sigue sonriendo, pero con el cansancio del tiempo grabado en la frente. Las cuentas le siguen saliendo, el lápiz no para de dibujar números sobre la desgastada  barra de mármol, pero ha decidido que le ha llegado la hora de apartarse y descansar, ahora que todavía las fuerzas lo acompañan, ahora que aún puede disfrutar de esos pequeños detalles de la vida que le negaba el negocio.





Leonardo Martín López se retira pero su legado seguirá. En estos días está negociando con el propietario del edificio y con los nuevos empresarios que quieren relevarlo. Las conversaciones van por buen camino y todo parece indicar que para después de Semana Santa empezará una nueva etapa para el negocio. La taberna seguirá en el mismo sitio, con el mismo nombre y manteniendo la solera de siempre, pero en nuevas manos. Leo continuará ligado a Casa Puga, pero en un segundo plano,  alejado del ruido y sin tener que jugarse el alma a diario.Tiene derecho a estar cansado y confía en que sus amigos sabrán perdonarlo.







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