María José Fernández Álvarez se encontró con el acogimiento familiar sin buscarlo. Su caso no es habitual pero ella, madre de dos hijos de 20 y 15 años, convirtió la suya en familia de acogida profesionalizada. Desde mayo su familia, además de monoparental, es también numerosa después de que una adolescente de 16 años se haya convertido en una hija más. José Ramón y Lucía Serrano López, hermanos de 19 y 18 años, conocieron el acogimiento a edad temprana y lo hicieron desde el otro punto de vista: el del niño acogido. Su experiencia ha sido tan “familiar” que siguen en su casa de acogida después de cumplir la mayoría de edad. Ya no hay sujeciones legales: sólo una familia como cualquier otra.
Son dos caras de una misma moneda, el acogimiento familiar que permite que los menores que por distintas circunstancias no puedan seguir con sus padres biológicos no renuncien a un núcleo familiar hasta que se solucionen sus problemas. En enero pasado eran 75 los niños que Cruz Roja tenía acogidos en familia extensa (abuelos, tíos o primos) y 25 en familia ajena.
Son datos muy variables, explica Leticia Cabello, del Programa de Acogimiento Familiar de Cruz Roja Almería. Lo que no varía es la necesidad de familias acogedoras, dice. Y pueden ser simples, de urgencia, permanentes o profesionalizadas. En este último caso se enmarca la situación que María José Fernández vive en su casa. Es una modalidad de acogimiento simple o permanente que se aplica a aquellos menores con graves necesidades especiales ocasionadas por una enfermedad grave, problemas de conducta, discapacidad física, psíquica o sensorial, o menores que precisen de un apoyo especial debido a los malos tratos o abusos sexuales sufridos.
Bienestar del menor Lejos de amilanarse ante una situación difícil, Fernández, que consultó primero la posibilidad del acogimiento con sus hijos, dio el paso y no se arrepiente. “Mi objetivo es el bienestar de la niña. No hay más”. Apenas unas palabras para abarcar una mezcla de sentimientos que, como un terremoto, sacudió su casa y también sus entrañas al conocer la difícil situación por la que estaba pasando la menor hoy acogida. “Un centro no era lo mejor que le podía ofrecer”, recuerda que pensó. Y si claro lo tuvo ella, pronto ha contagiado esa forma de ver las cosas al resto de su familia y hoy, la menor que el año próximo cumplirá la mayoría de edad, es “una más”. “Para todo y para todos”, dice.
No piensa María José, ni lo pensó entonces, en la pena o el hueco que dejará la niña cuando se vaya de casa. “Esto no puede ser excusa para no acoger. Nunca”. Una forma de pensar que repite a quienes la quieren escuchar. “Acojan, los niños lo necesitan”. Y frente al temor que pueda aparecer cuando una familia se plantea el acogimiento, esta madre “acogedora” recuerda que Cruz Roja, con un equipo técnico “de primera”, está siempre detrás. “Con los hijos biológicos, uno hace lo que puede, aquí, el asesoramiento está garantizado”.
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