Giros, saltos, escobazos de la bruja, subir a las alturas para luego bajar... y todo ello acompañado de animadas canciones, colores vivos y luces brillantes. ¿Qué más puede pedir un niño? “¡Ahora al gusano!”, “¡otra vez, otra vez!”. Son algunas de las frases que, con voz infantil, más se escuchan en la zona de atracciones del Recinto Ferial de la Vega de Acá.
La sirena suena cuando el tiovivo se detiene y una marabunta de pequeñuelos acompañados de sus padres, tíos o abuelos se apresuran para poder subirse en el caballo más bonito, en el pequeño coche de bomberos o en la taza que da vueltas sin parar. Llevan un año esperando para disfrutar de las atracciones de Feria y todos los viajes del mundo son pocos para los pequeños de la casa. Si dependiera de ellos, la Feria solo tendría atracciones.
También para mayores
Con los años, esa pasión por las emociones que despiertan de niños los ‘cacharritos’ no desaparecen sino que se incrementan. Así, las sensaciones deben ser cada vez más fuertes, los saltos más altos, los giros más rápidos y las subidas y bajadas más radicales para satisfacer el ansia de adolescentes y adultos que buscan sentirse como niños durante los minutos que dura cada nuevo viaje. Porque la Feria también cumple la importante misión de hacer que los mayores rían y disfruten tanto o más que los pequeños.
En el Recinto Ferial las atracciones se cuentan por decenas y las hay de todo tipo, tanto para niños como para adultos que buscan emociones fuertes (o menos fuertes) durante toda la noche. De hecho, las más populares, como la noria o los choches de choque, permanecen abiertas hasta bien entrada la madrugada. Nunca se sabe cuándo va a apetecer un viaje más.
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