Durante cinco años -1.825 días con sus noches- el despertador ha sonado en su dormitorio a las siete de la mañana. Se ha duchado, ha desayunado un café negro y ha hincado codos a la antigua usanza, durante siete horas matutinas. Dos horas para comer y después otras cinco horas de estudio monacal, entre libros de derecho civil y fiscal, hasta las 9 de la noche, momento para hacer algo de gimnasia, para caminar, para jugar un partidillo con los amigos. Tras la cena frugal, a la cama y a la mañana siguiente, vuelta a empezar.
Esta ha sido la vida de anacoreta de José Miguel Coll Rodríguez, de este joven almeriense de 27 años, nacido en el Zapillo y criado en Villablanca, que se ha encontrado hace unas fechas con una monumental recompensa: número uno de España en las oposiciones a registradores, que se convocan con carácter bianual, alternándolas con las de notarias.
En torno a mil aspirantes, que se han recluido como monjes como él durante varios años, aspiraban a las 45 plazas disponibles en toda España y, curiosamente, su hermano Ramón ha obtenido un bendito farolillo rojo en el ránking que le garantiza también plaza. “Yo abro la clasificación y mi hermano la cierra, así ha sido”, explica José Miguel desde Murcia donde está a la espera de hacer unos cursos preparatorio, descansando como un guerrero de Esparta después de una larga batalla.
Muy pocos precedentes existen en la provincia con este entorchado y el único que José Miguel conoce es el de Leonor Rodríguez Sánchez, de Albox y para más inri, tía carnal de José Miguel.
El nuevo registrador almeriense, hijo de Ramón, un economista de Unicaja, estudió en el Colegio Agave de Huércal de Almería y fue ya número uno en Selectividad.
Después coleccionó matrículas de honor y sobresalientes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia, antes de decidir que iba a probar fortuna en las inciertas aguas de unas oposiciones. Ahí tuvo el apoyo, como preparador que le tomaba los temas, como confidente, como psicólogo, de su tío Carlos Rodríguez, también registrador. “Uno se desespera por la incertidumbre, nadie garantiza resultados y lo único que puede hacer es estudiar para reducir el factor suerte”.
Ayer rememoraba con timbre juvenil cómo se enfrentó al examen final, frente a un tribunal de siete examinadores implacables, como Gary Cooper, en Solo ante el Peligro, sudándole las manos, aguardando el tema que saldría de la bolita, del que tendría que disertar durante una hora.Todo eso ya acabó, ahora José Miguel, el victorioso almeriense, solo tiene que mirar el mapa de España y elegir un destino.
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