Puede decirse que Carmen Pinteño (Huércal-Overa, 1937) es la mejor y más galardonada pintora almeriense de la historia, con una veintena de medallas de oro nacionales e internacionales. Ha expuesto, entre otros muchos lugares, en Nueva York, en el Salón de las Naciones de París, y es la única artista de la provincia que figura en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid
¿Cómo me han llamado a mí para concertar esta entrevista, si estoy fuera del circuito? Desde el principio, una parte de Carmen Pinteño se esfuerza en resaltar la vejez, el olvido, la pérdida. Recuerda que la mayor parte de su generación ya no está. Perdió a su marido hace un año, y su único hijo varón se fue en un accidente, aunque siga vivo en su interior. “Lo que tenía que pintar ya lo he pintado, lo que tenía que decir ya lo he dicho”, manifiesta.
Durante la conversación, no obstante, sus ojos nos hablan de otra mujer, que no solo sigue en el circuito, sino que se conduce con la vitalidad, la rebeldía, y la velocidad de un fórmula uno. Incluso nos confiesa pasiones incontrolables, como la música.
Yo vivo la música y la odio, porque me manipula. Es lo que más me gusta en el mundo. Hay algo que es armonía y ritmo que me maneja. Y entonces me entra una congoja, me puede el organismo, y me escondo en cualquier habitación para que no me vean en casa, y me pongo a bailar.
¿Qué le ha dado la pintura?
La pintura es un lenguaje que no necesita traducción. A mí me ha dado una libertad absoluta, he hecho lo que quería y me propuse, en contra de las corrientes del arte, de las críticas, de la sociedad, de los pseudointelectuales, del machismo. No me encuadro en ningún movimiento. Yo cogí mi camino particular, con mi lenguaje propio.
¿Tuvo relación con el movimiento indaliano?
No, no tuve nada que ver. Tuve mucha relación personal, sí, con Perceval y su familia. Los indalianos buscaban retratar la belleza y la estética, yo los sentimientos, las raíces, las señas de identidad.
¿Cuál es su estilo?
Cuando aquí se estaban rasgando las vestiduras por la abstracción, dije: no, yo quiero algo muy claro, directo, sencillo, algo que entienda la gente de a pie, que no es lo que está ahí, sino lo que yo interpreto y me interesa contar.
¿Con qué se queda del proceso de creación?
El trayecto, es lo importante. En ocasiones, el cuadro te manda hacer otra cosa de lo que pretendías, y es algo masoquista, a veces se pasa muy mal, porque el duende es como un extraño amante que aparece y desaparece sin saber por qué. Y hay una armonía que no tiene sentido y que no sabe uno por qué existe y por qué ahora y no después o antes. Eso es un gozo que no lo sabe nadie, y merece la pena.
¿Y cómo es el suyo?
Yo nunca he pintado del natural, ni de bocetos o fotografías. Voy directa al cuadro. Es mucho más importante el viaje interior. Lo tengo en la mente.
Se emociona al recordar sus premios, exposiciones internacionales, su gran amistad con grandes artistas, como Gerardo Diego, José Hierro, Antonio López, o Carlos Pérez Siquier. Pero también le duele el olvido.
He ofrecido al Ayuntamiento, a la Diputación y a la Junta donar mi obra al pueblo de Almería, pero no les ha interesado. Al margen de un cuadro en el Museo de Doña Pakita, no hay otro mío expuesto en Almería.
¡Es increíble! Por un momento, deja a un lado su modestia (“no soy una artista, soy una currante”, afirma), y se rebela.
Soy la única mujer de Almería que figura en el Museo de Arte contemporáneo de Madrid,que ha sido invitada a exponer en Nueva York, en una exposición inaugurada por el alcalde de la ciudad, y aquí ni existió. El Salón de las Naciones de París se me ofreció entero para mí.Tengo 20 medallas de oro nacionales e internacionales. No era una principiante, tenía una obra consolidada, y una trayectoria.
¿Dónde está su obra, de unos 1.000 cuadros?
En un almacén. Hay personajes tan fantásticos como mi amigo Federico Escudero, que ha enmarcado toda mi obra desde que empecé. “Esto no se puede perder porque no es tuyo, es nuestro”, me dice. Creo que no debería perderse, no porque sea bueno o malo, sino porque es el testimonio de una época.
Una época que ha vivido en plenitud.
He pertenecido a la generación más privilegiada del país, en menos de un siglo hemos evolucionado a la mayor velocidad de la historia. Ahora esa velocidad se ha disparado. La sociedad vive otra cultura, llega a un límite, no sé si es mejor o peor, es diferente.
¿Cómo pintaría la Feria de hoy?
No sé, no la conozco. Pero me gustan los toros. Hay una estética que me parece maravillosa. Todos tenemos una parte salvaje, en el fondo el entusiasmo por el fútbol es igual, una competencia, un duelo. El hombre es guerrero por naturaleza. Y los toros son salvajes, pero me encantan.
¿Almería es una isla?
Es una pena que llevo en el alma, porque está totalmente olvidada. Pero ha tenido la capacidad por sí misma de, arañando la tierra, hacer una de las provincias más ricas del país.
¿Es religiosa?
Soy una beata contestataria. Quisiera tener una fe de caballo, pero de vez en cuando me digo ¡anda ya!Creo que hay un orden en el universo incontestable. ¿Después de la nada qué hay? Es que no lo sé. Todo es una energía que está ahí.
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