Vaya día de perros el de la romería de Torregarcía de este año, y qué injusto que la meteorología estropee una jornada en la que hay mucho que mejorar, pero que al menos suele ser entretenida.
“Romería de chichinabo”, me la definen en un mensaje de WhatsApp del que no circularán nunca pantallazos (palabrita del Niño Jesús).
Supongo que será porque no tiene el valor tradicional de otras, arraigadas en los siglos. También puede ser porque se hace sin la protagonista; aunque este es mal año para reivindicar que sea la auténtica Virgen del Mar (y no su copia) la que sea llevada hasta Torregarcía, porque con el vendaval ahora tendríamos una patrona rebozada en arena ‘made in’ Cabo de Gata, y no es buena idea.
Lo cierto, en cualquier caso, es que la romería a Torregarcía necesita ser replanteada antes de que nos llevemos un susto. En 2022, esperadísimo año porque era la primera romería ‘postCovid’, la afluencia fue escasa y este año no sirve de termómetro: había poca gente, pero es que el día estaba para pocas romerías en plena playa.
¿Cómo hacerla? Ojalá tener la respuesta. Desde la actual junta de gobierno de la Hermandad de la Virgen del Mar apuntan que el cambio “vendrá en este periodo seguro”.
¿Pasar la noche en Torregarcía? ¿Ir a pie con la patrona hasta su ermita y no en remolque? ¿Que la Virgen del Mar duerma en una parroquia intermedia entre su playa y el Santuario? Fórmulas hay muchas y quizás ninguna sea la acertada, pero hay hechos objetivos para preocuparse por el estado de salud de una fiesta a la que, por golpearle, ayer ya le golpeaba hasta el viento.
Sin ir más lejos, la romería a Torregarcía ya apenas despierta el interés de los que mejor saben medir el impacto de las cosas: los comerciantes.
Este año, apenas una treintena de interesados instalaron sus chiringuitos en Torregarcía (incluyendo los dos ambigús de hermandades, los puestos de chocolate con churros, los de los gofres y los pocos tenderetes con productos de lo más variopinto). Y eso debería preocupar. Por no hablar de que se trata de una romería en la que los propios romeros tienden a pasar del tema: no es la primera familia que llega, instala su mesa, empieza a cortar su pata de jamón, hace su comida, recoge los bártulos y media vuelta. ¿La Virgen del Mar? Sí, bueno, por allí está. Pero ni verla.
Novedades
No obstante, la romería de 2023 sí tuvo una novedad (más allá de estrenar alcaldesa y de tener que ser suspendida a primera hora de la tarde).
En su regreso desde San Sebastián al Santuario, la copia de la Virgen del Mar estrenó itinerario, visitando parroquias por las que no suele pasar, como Santiago y San Pedro. No es una mala forma de revitalizar el regreso de la vicaria de la patrona hacer un itinerario algo más completo que bajar el Paseo de Almería. Pero el problema sigue estando de fondo.
¿Completar el programa de actos con bandas de música cofrade que acompañen al grupo folclórico? ¿Luchar porque sea la auténtica talla de la Virgen del Mar la que vaya? El abanico de posibilidades es amplio y este año el temporal ha dado una tregua al descenso de participantes.
Ahora, la junta de gobierno tiene un intenso año por delante para buscar la chispa que le falta a la romería. Seguro que Concha Alarcón, su hermana mayor (que regresaba ayer a los actos públicos tras meses delicada de salud) sabrá tirar del carro para poner la romería donde se merece.
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