Perra vida

El refugio de PATAS suele albergar unos 80 o 90 perros abandonados

Arizona es uno de los perros acogidos en el refugio.
Arizona es uno de los perros acogidos en el refugio.
Ricardo Alba
18:43 • 30 dic. 2017

‘Arizona’ me mira como mira el desamparo, me mira como tantos otros, como…, como ¿cuántos Yvonne? Ahora tenemos aquí alrededor de 25, si bien lo normal es albergar entre 80 y 90 perros abandonados. ‘Arizona’ es uno de los animales despreciados por sus dueños e Yvonne Tromp, de nacionalidad holandesa y más de diez años residente en el Levante de Almería, es una de las aproximadamente 80 personas voluntarias que aportan su esfuerzo, su tiempo, su trabajo, en mantener un cobijo para animales porque, como me cuenta Yvonne, hay una continua llegada al refugio de perros y gatos -a veces abandonados en la misma puerta cuando es de noche-. Trabajamos incansablemente para mejorar sus vidas y buscarles hogares permanentes y llenos de amor donde ser acogidos.




‘Brad’ es uno de los perros abandonados con nocturnidad y ¿alevosía? en la puerta de entrada del refugio que PATAS tiene en la carretera de Los Gallardos a Garrucha o viceversa. No tiene pérdida: un camino con un gran árbol frente al club Indalo que acoge otro tipo de alejamientos. ‘Brad’ fija la mirada en el recién llegado, un débil ladrido y ¡hala, hala! los 25 perros ladran a la vez, quieren llamar la atención del desconocido, ¡eh! estoy aquí, y yo aquí, y el otro un poco más allá. Ignoro si me entienden debido a que la mayoría de voluntarios son ingleses, holandeses, pocos españoles. Unos prestan su casa como alojamiento temporal hasta encontrar uno permanente. Otros, caso de Mikel, pasea a los perros, necesitan ejercicio. Todos y cada uno de los voluntarios cumplen una función, sin su contribución de todo tipo no sería posible esta labor con los animales abandonados a su mala suerte. Repito, ignoro si los perros comprenden mis torpes murmullos de consuelo, aunque es seguro que perciben la amargura. 




Yvonne me acompaña en el recorrido por las instalaciones, es una magnífica cicerone, recuerda fechas, número de acogimientos, visitas de los veterinarios, dos de ellas alemanas y uno español, la limpieza diaria, alimentación… Somos conscientes, me comenta, de las necesidades de los demás y actuamos para satisfacer esas necesidades siempre que nos sea posible. Minimizamos el daño a cualquier animal, persona u organización. Mira, actuamos de manera coherente con nuestro compromiso de responsabilidad social. 




Vaya, hay miradas como clavos. Yvonne lo nota. Continua su charla. Algunos de los perros y gatos que cuidamos pasan un largo periodo de tiempo con nosotros aquí, en PATAS. Disculpa Yvonne, la interrupción viene a cuento de que un perro grande de raza ‘mil padres’ como casi todos allí, me ladra una y otra vez. Al acercarme, el grandote se aleja, tiene miedo y me pregunto qué vida habrá tenido. Sí, Yvonne, dime. Te decía que algunos animales están aquí mucho tiempo hasta encontrar una casa permanente. Algunos necesitan atenciones médicas, otros son algo mayores o han llegado aquí ya lesionados.




Al abandonar el recinto, Yvonne señala varias casas prefabricadas. En ellas se alojan voluntarios venidos de todo el mundo para colaborar durante una temporada en los trabajos de mantenimiento del refugio, administrar medicinas, atender los puntos de recaudación, limpieza y organización. Lo que haga falta.




Ya en la carretera, a uno le perturba tanta perra vida la de estos y otros animales que no han tenido la misma fortuna, la de ser recogidos en el refugio de PATAS o en otras protectoras de animales una vez abandonados por sus dueños. A la par, se agolpan tantas y tantas vidas perras de tantos y tantos seres humanos para los que hoy, día 31, ni termina ni comienza nada. 






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