Nació falto de oxígeno, se podría haber diluido lentamente, con el tiempo ha provocado un cambio climático en lo social, vamos, en la sociedad de la igualdad, del esfuerzo; no es un héroe, lo dice él como dice otras muchas frases, pensamientos, de una forma natural, convencido. Se cultivó en un barrio de vacile, el Pan Bendito, un poco más allá de Carabanchel Bajo, Madrid. Es un bendito como el pan, aunque él se confiesa pecador. Viste camiseta negra, pantalón negro, deportivas negras con ribetes rojos.
En la conversación deja caer cosas vacilando contigo, ‘la cigüeña me soltó en IKEA y me ensamblaron mal’. Y no sabes si reír o abrazarle. Heredó el apodo, el mote, de una persona del barrio, Matías que en paz descanse, con parálisis cerebral; Matías fue uno de sus referentes para orientarse en la vida. A Matías, le apodaban ‘Langui’, era por lo de lánguido, de flácido, pero luchador, optimista, hacía deporte, urdía programas de radio. Yo me fijaba, me cuenta, que en el corro de los grandes había uno que era igual que uno del corro de los pequeños, yo.
De niño, ‘El Langui’ quería ser futbolista o bombero. Cuando entre la chavalería del barrio se hacían los equipos, al ‘Langui’ se lo rifaban, lo querían todos. Y ‘El Langui’ jugaba de lo que hiciera falta, de portero se marcaba unas palomitas impecables, estilo Casillas; si era delantero, se metía con el balón en la portería al modo de “Santillana”. ‘El Langui’, madridista rojiblanco, era un fichaje seguro por su actitud positiva ante todo y por todo, conducta inculcada por sus padres. Fíjate, si me caía mis padres me decían levántate, si quería jugar al fútbol mis padres hacían que me vistiera solo, que me calzara, que me pusiera los calcetines; desde muy pequeñito hicieron que me esforzara, que me buscara mis propias mañas, que aprendiera a valerme por mí mismo, a ser uno más en el corro, es lo que me ha ido formando a ser lo que soy, a quien soy hoy en día. Y no me atrevo a preguntarle si se comporta así con sus dos hijos. Supongo que…sí, naturalmente, con la anuencia de Rocío, su mujer.
Antes, con trece años, se topó con el muro. Entendió que no jugaría al fútbol con sus colegas, que no ficharía por ningún equipo. Se hizo del Atlético de Madrid porque es un equipo que sabe esforzarse. Y encontró el rap. Se bajaba a la plaza con un lápiz y papel. Todo lo que veía ante sí, lo ponía en letras como si fueran las noticias del telediario; con el ‘Gitano Antón’ creó ‘La Excepción’, un grupo que comenzó de vacile y la liaron parda: “En tu carrino paio”, “Cata cheli”, “Aguantando el tirón”, “La verdad más verdadera”, y así una pila más de canciones, películas, series televisivas, algo espectacular, dos Goyas… ‘Langui’, hazme la misericordia de contarme cómo se llega a todo esto. ‘El Langui’ me mira como se mira a los tiempos pasados. Sonríe y me dice que con mucho esfuerzo y con la gente de mi alrededor que me lo ha puesto complicado, que me ha hecho valorar la importancia del esfuerzo, de buscar mis propias mañas, y saber que si lo consigues tu pues mejor que si lo consiguen otros por ti. ‘El Langui’ intenta poner de manifiesto que si una persona como él, con todo en contra en un principio ha podido cumplir sus sueños, cualquiera puede llegar a realizarlos. Y que a él no le digan que no se puede. Así se lo hizo saber a los escolares de Vera cuando conversó con ellos días atrás acerca de la indiferencia ante el Acoso Escolar.
Te habla de esta manera sentado en una silla y se columpian los tabiques que sostienen tu fábrica de ideas, creencias, quejas, dolores, y demás. ‘El Langui’ ha superado muchos límites porque ha puesto toda su carne y su alma en el asador de la vida, ha asumido la responsabilidad de ser un espejo, un referente, y no se queja de ello; intenta no olvidar que está muy expuesto, que ha de tener conciencia de obrar y decir y, aunque es cierto que a veces le apetece liberarse un poco de su compromiso, sabe que ha de aportar y no desistir. Este ser humano polifacético es de naturaleza humilde y carisma excepcional; uno nace, dice, y hace igual que yo: en su día también me fijaba en otros referentes que me ayudaron a cambiar el chip. Si hay gente, jóvenes, que me leen, me oyen o me ven y les sirvo de algo…Nos quejamos, refunfuñamos por tonterías, si bien no es menos cierto que las Instituciones debieran tener más empatía con los ciudadanos, necesitamos que los altos cargos sean competentes al cien por cien y eso influirá en nuestro día a día. Palabra de ‘El Langui’.
Este es, o así lo he visto, Juan Manuel Montilla, ‘El Langui’, que suena a campana de bronce, fuerte, robusta, como una llamada a la revuelta verdadera y justa contra el acoso, la burla, la violencia, de la turba turbia envuelta en niebla cobarde de la barbarie sin dar la cara, embozada en prejuicios, figuras de moldes huecos sin alma ni sustancia, sucias. Por todo esto y más, ‘El Langui’ quiere sentirse útil, dar rienda a su creatividad, sacar lo que lleva dentro y pagar sus facturas. Él, me dice, está desengañado de la política y, a veces, de la sociedad, de cómo es el ser humano, si bien, le queda la esperanza e intenta aportar su granito de arena para ver si la sociedad, sobre todo los jóvenes, pueden cambiar algunos comportamientos.
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