Recorrer la cordillera del Altlas marroquí es para el forastero una sorprendentemente hermosa vuelta al terruño bereber. Del desierto a la nieve, del vergel al desierto. Y pueblos. Pequeños pueblos con casa de adobe. Se integran en el paisaje al punto de pasar desapercibidos salvo algunas puertas o ventanas o rejas pintadas de un azul imposible, el azul añil de Chaouen. En casi todas las aldeas, una vez concluidas las tareas de la casa, la mujer hila un kilim (alfombra tejida a mano). Ninguno es igual a otro, como tampoco lo son según el lugar. La climatología manda, las mujeres del Atlas son sabias. En sus manufacturas las mujeres nos desvelan a través de sus símbolos y dibujos situaciones cotidianas de sus vidas, creencias e inquietudes. Gran parte del simbolismo de estas alfombras, gira en torno a la feminidad, el cuerpo humano, la fertilidad y el embarazo. Y todos los kilims llevan la firma de la mujer que los ha tejido. Para reconocer la firma hay que observar el kilim, escudriñarlo detenida y despaciosamente. Tal vez pueda parecer un diminuto defecto en la elaboración, acaso un fleco más largo que el resto, quizá un par de flecos anudados.
En este lado de la orilla mediterránea, a escasos kilómetros de la costa africana y centenares de pateras, el paseo marítimo se extiende como un grandioso mirador asomado al horizonte. La mañana es grisácea en este pueblo blanco de Mojácar. Apenas un par de personas caminan por el paseo. Sentados en un banco de madera frente al encaje de burbujeantes olas marinas, la charla con María del Mar Sierra Granados se remonta a veinte años atrás, cuando se vino de Almería a Mojácar, tras…, (se acerca Isabel, su sobrina, nos presenta, continuamos la charla), tras, decía, ejercer su profesión de óptico, haberse dedicado a la política -fue concejala del Ayuntamiento de Almería en la oposición ‘pura y dura’-, o sea, cuando se apeó del tren.
De pequeña, la madre y las tías de María del Mar le enseñaron a bordar como hacían casi todas las madres y las tías de entonces, porque, a ver, las niñas o tocaban el piano o pintaban o bordaban. Los niños disponían de una más amplia gama de divertimento: las canicas, la taba, el pique, y así. María del Mar, queda ya dicho, bordaba. Al cabo de cierto tiempo, María del Mar se cansó, se hartó, dice ella, del pañito de crochet. Se planteó cómo hacer algo más útil con el bordado. Además, ya no había en su casa, supongo, mesita, aparador, televisor, sin su bordadito. Hizo sus pruebas y mas pruebas hasta llegar a la alfombra, quiero decir que comenzó a manufacturar alfombras bordadas imitando los kilims, técnica inventada por ella. En un cuaderno dibuja lo que luego, sobre la arpillera, puntada a puntada de seda o algodón o lana, paciencia a paciencia, hilo a hilo, conforma la alfombra, o el posavasos, o lo que se le plante. Y uno se la imagina en el entretanto, en esas intensidades de arte, totalmente abstraída entre agujas, ovillos, texturas, diseños. No existe el tiempo, no existe nada que no sea su creación. Termina su obra y deja su firma: una M y un indalo. Está a la vista, sí, pero hay que buscarla.
Recorrer con María del Mar el proceso de elaboración de una alfombra es para el inexperto una sorprendente aventura de manualidades, de concepciones de la materia, de familiarizarse con elementos naturales. Los inicios de su condición de ‘catedrática’ de alfombras fueron con una amiga, después enseñó a algunos vecinos, también a cirujanos porque les venía bien para relajarse, le siguió un grupo en el Club de Mar, así en plan de reunirse una vez por semana, y aquí, en Mojácar, pinchó en hueso al intentarlo con un grupo de mujeres ‘brithis’. Ahora, a través de Conchi, amiga de su sobrina Isabel, la que me presentó al comienzo de la conversación, va a comenzar un taller de manualidades a primeros del próximo año en Cruz Roja de Mojácar que, por cierto, andan necesitados de voluntarios que colaboren en la recogida de alimentos, que se animen y contribuyan con un poco de su tiempo. Bien, hecho el paréntesis, a lo que vamos, que si alguien desea aprender cómo hacer una alfombra aquí pongo el teléfono de Cruz Roja de Mojácar 950 47 89 52. Y, si de paso, llaman voluntarios para la recogida de alimentos…
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