Durante más de un siglo en Urcal, ese anejo huercalense de labriegos y ganaderos, ha sido siempre así: era aparecer septiembre por el calendario y prepararse todo el mundo para la gran subasta, para esa suerte de feria de los discretos barojiana en la que los hombres y las mujeres del pueblo se iban con la silla a la plaza a sentir las ocurrencias simpáticas de los subasteros rematando los artículos donados por los vecinos para la feria. Y entre carcajadas y más carcajadas, como en una película de Chaplin, pasaban el día los urcalenses.
Siempre ha sido así, hasta que este año -el pasado también- ha sido suspendida esa gran función del humor y la generosidad, del milagro de la risa y del altruismo, porque los organizadores se hacen viejos y no hay jóvenes que tomen el relevo para organizar las fiestas en honor de la Virgen de los Dolores como se ha hecho siempre. La tradición de la subasta de Urcal, una seña de identidad de la comarca, se iniciaba, hasta este año de barbecho, cuando los mayordomos -organizadores de la fiesta- nombraban a dos pedigüeños para cada zona de la pedanía quienes iban casa por casa, cortijo por cortijo, recogiendo los donativos de los vecinos para ser subastados: desde un saco de almendras a una será de higos, desde un conejo a media docena de huevos, desde unas esparteñas antiguas a un botijo para agua fresca.
Con la recaudación de la subasta y una pequeña aportación municipal se han ido pagando hasta ahora las fiestas.
Esa gran subasta, tan esperada por todos los lugareños, se tendría que haber celebrado el pasado domingo para dar paso a las fiestas de la Virgen el próximo fin de semana. Pero ya no va a poder ser así y está en el aire incluso que los urcalenses dispongan incluso de un pequeño grupo musical -como la Orquesta Armonía o el Ruiseñor y sus niñas - para bailar en la plaza el próximo sábado, como ha ocurrido siempre.
Ezequiel Parra, el encargado del Museo Etnográfico de Urcal, considera que “ha sido el pequeño politiqueo lo que ha hecho que se haya suspendido este acto que era único en la provincia de Almería, hay que animar a los vecinos y autoridades municipales a que no se pierdan estas costumbres y tradiciones”.
La subasta de Urcal comenzaba siempre al medio día dominical, cuando sonaban los cohetes y terminaba de habilitarse un pequeño escenario donde resplandecían calabazas gigantes, botellas de vinos del país, pellejos de aceite o pavos de cuello hinchado, con el retrato de la Virgen al lado y un altavoz donde sonaban canciones de Camela. Enfrente, el público nativo entremezclado de ingleses asiduos a la Taberna Almazir, como en un teatrillo, esperaban emocionados que subieran los subasteros con el micrófono para que empezara el show.
Y entonces, por ejemplo, era Antonio el de la Cal el que agarraba un conejo y decía “32 euros a la una por este animal negro y peleón para el arroz”; o El socio: “20 euros por esta jaula de colorines a las dos, a las dos y media, a las tres menos cuarto, a las tres, adjudicado al señor del puro”; o el Rubio de Los Labores: “aquí tenemos un juego de sábanas de Baleares, como las que vendía Ramonet, para la noche de bodas, por solo 12 euros a la una”.
Y así, con la gente celebrando las ocurrencias de los voceadores como en un mercado, iba creciendo la colecta para poder pagar la traca, las flores de la Virgen, las medallas a los ganadores del concurso de lanzamiento de marro, y el conjunto músico-vocal de la noche. Así fue siempre en el pueblo de Urcal, hasta este año.
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