Carmen López
12:17 • 15 oct. 2011
No es el primer caso de derrumbe que se produce en torno a las casas-cueva. En la localidad de Cuevas del Almanzora ya se han producido algunos casos, pero también en localidades como Gádor se vivían recientemente situaciones dramáticas a causa de las lluvias en torno a estas particulares viviendas.
Sin embargo no existe ninguna normativa específica que sirva para certificar qué requisitos deben cumplirse para considerar estas viviendas como habitables y seguras.
Si bien es cierto que en algún municipio, sus planes generales comienzan a recogerlas dentro de sus planeamientos urbanísticos, no es menos verdad que en muy pocos en comparación con el número de casas-cueva que hay repartidos por la geografía española. Son sólo estimaciones, hechas incluso a ojo de buen cubero, pero lo cierto es que en la provincia se cuentan por cientos, aunque no están censadas como tales.
Almería, Pulpí, Gádor, Terque son sólo algunas de las localidades de la provincia donde las hay y están habitadas. Las cuevas son abrigos naturales, utilizados para refugiarse del frío o para refugiar del frío el ganado. Aunque hace un siglo eran muchas más las que se utilizaban como viviendas, el éxodo a las ciudades dejó muchas vacías y hoy son menos las que se utilizan como primera vivienda.
“La mano del hombre es destructora. El problema es cuando se manipulan. Entonces el riesgo de accidentes es alto”, dice Alfonso Rubí, arquitecto.
Aunque la orografía del terreno y la composición geológica del mismo es determinante para dar un grado de seguridad a estas viviendas, no hay normas técnicas que especifiquen que determinados abrigos naturales puedan convertirse en viviendas.
De hecho, las que más problemas suelen ocasionar por los derrumbes y desplomes de laderas son las que se establecen en suelos arcillosos, que son poco estables. Es el caso de las casas-cueva del Realengo de Cuevas. El alcalde de esta localidad, Jesús Caicedo, afirma que en Cuevas “no hay ningún tipo de normativa” que las regule. Algo que no es ajeno a la mayoría de municipios en la actualidad.
Desde la Junta de Andalucía se asegura que el ámbito de regulación de esta tipología de vivienda corresponde a los ayuntamientos. Son las corporaciones las que tienen que decidir si eliminan o mantienen un determinado tipo de vivienda.
El delegado, José Manuel Ortiz, asegura, no obstante, que muchas de las casas-cueva sí se acogen, a través de los ayuntamientos, a actuaciones de rehabilitación de viviendas. En el caso de Cuevas del Almanzora, en el barrio del Realengo, algunas se han acogido a ese programa -explica Ortiz-, pero no precisamente las que han sufrido los devastadores efectos de los derrumbes.
El delegado de Obras Públicas explica que antes había más y que ha disminuido su número; pero lo cierto es que no hay datos.
Es más, en algunas localidades como Terque, un promotor adecentó y preparó una serie de cuevas que vendió como una promoción más de viviendas en la localidad.
Y es que, aunque en la mayoría el inconveniente sigue siendo hacer llegar la acometida de luz y el agua, una vez logrado tiene sus ventajas vivir los 365 días del año en un lugar que es fresco cuando hace calor y cálido cuando llega el frío.
Sin embargo no existe ninguna normativa específica que sirva para certificar qué requisitos deben cumplirse para considerar estas viviendas como habitables y seguras.
Si bien es cierto que en algún municipio, sus planes generales comienzan a recogerlas dentro de sus planeamientos urbanísticos, no es menos verdad que en muy pocos en comparación con el número de casas-cueva que hay repartidos por la geografía española. Son sólo estimaciones, hechas incluso a ojo de buen cubero, pero lo cierto es que en la provincia se cuentan por cientos, aunque no están censadas como tales.
Almería, Pulpí, Gádor, Terque son sólo algunas de las localidades de la provincia donde las hay y están habitadas. Las cuevas son abrigos naturales, utilizados para refugiarse del frío o para refugiar del frío el ganado. Aunque hace un siglo eran muchas más las que se utilizaban como viviendas, el éxodo a las ciudades dejó muchas vacías y hoy son menos las que se utilizan como primera vivienda.
“La mano del hombre es destructora. El problema es cuando se manipulan. Entonces el riesgo de accidentes es alto”, dice Alfonso Rubí, arquitecto.
Aunque la orografía del terreno y la composición geológica del mismo es determinante para dar un grado de seguridad a estas viviendas, no hay normas técnicas que especifiquen que determinados abrigos naturales puedan convertirse en viviendas.
De hecho, las que más problemas suelen ocasionar por los derrumbes y desplomes de laderas son las que se establecen en suelos arcillosos, que son poco estables. Es el caso de las casas-cueva del Realengo de Cuevas. El alcalde de esta localidad, Jesús Caicedo, afirma que en Cuevas “no hay ningún tipo de normativa” que las regule. Algo que no es ajeno a la mayoría de municipios en la actualidad.
Desde la Junta de Andalucía se asegura que el ámbito de regulación de esta tipología de vivienda corresponde a los ayuntamientos. Son las corporaciones las que tienen que decidir si eliminan o mantienen un determinado tipo de vivienda.
El delegado, José Manuel Ortiz, asegura, no obstante, que muchas de las casas-cueva sí se acogen, a través de los ayuntamientos, a actuaciones de rehabilitación de viviendas. En el caso de Cuevas del Almanzora, en el barrio del Realengo, algunas se han acogido a ese programa -explica Ortiz-, pero no precisamente las que han sufrido los devastadores efectos de los derrumbes.
El delegado de Obras Públicas explica que antes había más y que ha disminuido su número; pero lo cierto es que no hay datos.
Es más, en algunas localidades como Terque, un promotor adecentó y preparó una serie de cuevas que vendió como una promoción más de viviendas en la localidad.
Y es que, aunque en la mayoría el inconveniente sigue siendo hacer llegar la acometida de luz y el agua, una vez logrado tiene sus ventajas vivir los 365 días del año en un lugar que es fresco cuando hace calor y cálido cuando llega el frío.
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