Proust habita en Cantoria

Vecinos del pueblo posan de nuevo para el fotógrafo en un viaje en busca del tiempo perdido

Cómo hemos cambiado
Cómo hemos cambiado

Manuel León

Manuel León
11:59 • 11 may. 2021 / actualizado a las 15:01 • 11 may. 2021

En Cantoria habita uno de los últimos prestidigitadores de la fotografía. Andrés Carrillo, así se llama este amanuense de la cámara oscura, hace trucos de magia borrás como el mismísimo Tamariz, pero en vez de utilizar naipes o palomas que surgen de un sombrero de copa, se nutre de su excelencia con el retoque de la imagen, de su pericia con el Photoshop, para cambiar por arte de birlibirloque el intramundo de Cantoria y sus personajes. Lo que hacía el artista Guerry en su estudio del Paseo almeriense, quitando granos, estirando pómulos, afilando bigotillos con una plumilla, lo hace este almanzorí con el juego de brillos y contrastes, adulterando fondos, alumbrando colores, haciéndonos ver lo que no existe, como si fuera una cara de Belmez. 



Andrés, que labora como una hormiga desde hace 16 años en el Centro Guadalinfo de Cantoria, ha reunido, con la paciencia de un buey, 15.000 fotografías del pueblo y sus habitantes con las que no para de elucubrar nuevas actividades que emocionen a los vecinos. Suma ya ocho deliciosas exposiciones fotográficas y la última ha sido la de un viaje de rostros del pasado al presente.



Bajo el dintel titulado 'Como hemos cambiado', Andrés ha encapsulado en papel satinado retratos antiguos de cantorianos y cantorianas comparándolos con su aspecto actual, un ejercicio de añoranza y nostalgia doméstica que no deja a nadie indiferente: de la tersura a las huellas del tiempo, de la inocencia a la sabiduría, del brillo limpio de los ojos de niño a la mirada marchita llena de vivencias. 'A la recherche du temps perdu' de Proust a través de lo que queda de los niños que fueron, de la mirada que les caracterizaba, del gesto con el que posaban y que muchos años después aún los sigue delatando.



Ahí está la bizarra Amalia, con su mantilla, vestida de manola, igual que hace medio siglo, con su clavel reventón en el pecho, con los trazos de la moza que fue cuando tenía 21 años, recreando el momento atrapado en el tiempo, con la misma medalla en el cuello, con el mismo rosario en la mano; ahí está María Ángeles Giménez con su hija Laura agarrando el cochecito, en el pasillo de su hogar en los años 70 y al lado, uno de estos días, la misma pose en cuclillas, con Laura ya criada y con la madre igual de orgullosa que en los días infantiles de su pequeña; ahí está Belén Martos, tierna, con un traje de india, sujetando con orgullo el letrero con el nombre de su pueblo, y muchos años después, también con poncho de mujer cherokee, con la espalda pegada al panel de bienvenida al municipio; y ahí está el propio auriga de este juego de imágenes diacrónicas, ahí está el propio Andrés, como en un cameo de Hitchcock, acunando con sus manos al Niño Jesús el día que tomó la Primera Comunión, como lo hace en el tiempo presente, ya con barba, pero con idéntica devoción y la misma corbata de bolo. 



Además, gracias a este sustancioso juego de imágenes, María se ha subido a la misma bici de su niñez, Kico Martos se ha reunido con su abuela María  en la misma calle donde se crió, una pandilla de amigos ha vuelto a la misma hierba, junto al mismo río de Heráclito, donde merendaron una misma tarde de hace veinte años.  Así hasta 60 composiciones de personajes locales que se asombrarán, se desternillarán o llorarán, según la evaluación que haga cada cual de sí mismo.



Este es el último invento de Andrés. Antes ha habido otros, como cuando se atrevió a ir comparando con fotografías de hace cuarenta años y de ahora las esquinas, calles y plazas más entrañables de Cantoria, como el Paseo López Cuesta; como cuando  colocó paneles de nativos y oriundos del pueblo, ya fallecidos, en la fachada de las mismas casas que habitaron; como cuando coloreó el sepia de las fotos antiguas para trasladarlas a la modernidad; como cuando hizo posar a un grupo de voluntarios del pueblo con los mismos afeites y a semejanza de los protagonistas de obras inmortales de la pintura de El Greco y de Van Gogh; como cuando recreó retratos de personajes de la historia local -el industrial Artés de Arcos, la maestra Brígida López- con la misma apostura, con los mismos trajes y vestidos, teniendo a los propios vecinos como protagonistas impostores.



!Chapeau! Andrés Carrillo. Cantoria es más rica, más conocedora de su pasado y de su presente, con esta entrañable forma de hacer magia con las imágenes, recordando, que es como volver a vivir.




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