Cuatro días en el infierno de fuego y lava de la isla de La Palma

José Miguel García, el fotógrafo almeriense que corrió en busca del mayor espectáculo del mundo

El fotógrafo almeriense al pie del volcán.
El fotógrafo almeriense al pie del volcán. La Voz
Antonio Fernández
07:00 • 17 oct. 2021

Cuando José Miguel García, un almeriense apasionado por la fotografía meteorológica, estuvo frente a frente con el volcán de Cumbre Vieja, en la isla de La Palma, contuvo la respiración y dejó correr por su cuerpo la brutal sensación del inmenso poder que emana de la tierra.



Desde muy joven vivir la experiencia de un volcán en erupción se había convertido en uno de sus más deseados objetivos y cuando saltaron a las televisiones las primeras noticias, las primeras imágenes de lo que esta ocurriendo en Canarias, no se lo pensó dos veces y partió en busca de la gran aventura de su vida, acompañado por un compañero fotógrafo.



Largo viaje Toda una odisea porque partió de Gérgal, su lugar de nacimiento y residencia, a las cinco de la mañana del pasado 27 de septiembre para llegar a Sevilla; desde allí un vuelo a Tenerife (habían cerrado el aeropuerto de La Palma, y un barco para llegar a la isla del fuego y las coladas de lava ya entrada la noche.



No pudo, ni quiso, resistir la tentación y tras dejar el equipaje en el hotel de Aridane, lleno de periodistas de todo el mundo, salió al encuentro de Cumbre Vieja. Cuando lo tuvo a la vista se sucedieron las emociones y, como explica, “quedamos hipnotizados, tardamos un buen rato en sacar las cámaras y emprender una enloquecida carrera por capturar esa imagen apocalíptica, ese espectáculo de la naturaleza que se mostraba ante nuestros ojos y nuestros objetivos”.






El impacto



Para llegar ante el monstruo tuvieron que atravesar un túnel de dos kilómetros, pero al salir se dieron de bruces con el volcán, las nubes iluminadas por una luz espectral, las cenizas y la lava: “fue un disparate de sensaciones, de emociones, era como estar en el centro del mundo, en un núcleo del más puro poder de la tierra, ante el origen de la fuerza fantástica que mueve el mundo”.



De ese primer encuentro con las puertas del infierno recuerda que “se te iba la cabeza porque no había forma de apartar la mirada, pero sobre todo percibías todo ese poder brutal por el sonido, un ruido profundo, como cuando enciendes una chimenea pero multiplicado por cien, por mil, por diez mil; las explosiones que se sucedían sonaban como mastodónticos silbidos”.


Desvelados

Esa noche fue imposible dormir, volver al hotel, relajarse. No pudieron apartarse del volcán hasta bien entrada la mañana, al límite de sus fuerzas tras más de treinta horas en pie: “el cansancio no era suficiente para bajar el ritmo de nuestras pulsaciones, la adrenalina disparada, una excitación que nos impedía buscar el descanso. No podíamos aplazar ese encuentro con la bestia”.


El regreso al pueblo, ya de día, les proporcionó un encuentro con otro de los efectos de la erupción, la ceniza depositada en las calles, los coches, las casas, “una ceniza que no se parece en nada a la de las chimeneas, la de la madera quemada, porque la volcánica pesa mucho más, imposible llenar una bolsa con ella, no resiste”.


Para Josemi García la más impactante de las sensaciones es la de “quedarte atrapado por la fuerza de lo que estás viendo con tus propios ojos; estamos acostumbrados a fotografiar rayos, nubes, tormentas, tornados, pero era difícil de asimilar lo que supone un volcán en plena erupción porque realmente te hipnotiza, te atrapa, te bloquea por su enorme poder de seducción”.


Relación humana

Destaca el “profundo respeto” que visitantes como ellos o como los cientos de periodistas y cámaras que se mueven por La Palma sienten por los habitantes que están viendo cómo la destrucción se ceba con sus vidas, con sus propiedades, con su futuro: “en ese infierno se palpa algo importante, la sensación de humanidad”.

Los dos fotógrafos almerienses estuvieron presentes cuando la lava llegó al mar, “pero lo vimos desde lejos en parte porque no permitían acercarse mucho y en parte por responsabilidad ante el riesgo de emisiones de nubes tóxicas”.


Y así, de emoción en emoción, de impacto en impacto, completaron cuatro días que jamás se borrarán de sus memorias. Josemi García afirma que mientras regresaban a casa “era inevitable pensar en los volcanes de Almería que, aunque sabemos que están inactivos desde hace siglos, siguen ahí, acechando”.


Tras la vuelta a casa, a dormir las muchas horas que se dejaron sin hacerlo en La Palma y una renovada ilusión por volver a aquella pequeña isla y ponerse de nuevo ante el gran volcán.


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