Uno se emociona aún con cosas como oír el nombre de un pueblo de Almería en los labios de Ana Blanco. Porque aunque flotemos en los tiempos del TikTok, un minuto en un Telediario sigue siendo Lo más. Estaba uno este mediodía tomando el postre y de pronto oye a la eterna presentadora mentar Almócita (aunque ella haya pronunciado Almocita, como seguro habría dicho Viátor) y se le viene a la memoria cuando un almeriense salía en el Un, dos tres y se paraba el mundo en la provincia. Ahora no se para nada, pero pellizca.
Ahí estaban a la hora de comer las cámaras de la tele pública, dirigida por un almeriense apellidado Tornero, grabando a gente de una remota aldea de la España vaciada, ahí estaban casi en pleno sus 180 habitantes observando con la palma de la mano haciendo de visera, con el delantal puesto, los devaneos de los micrófonos y del trípode, poniendo en valor la ristra de pimientos brillando sobre el blanco de la cal, entrevistando a Víctor Compán, el soberano de una granja con 2.500 gallinas camperas que ponen los huevos que cenan todos los vecinos.
A veces, como suele repetir Antonio Muñoz Molina -otro hombre de pueblo- en una gota de agua está el universo entero. Y Almócita es eso: el universo entero. Porque no echan de menos nada. Antes de Al Gore o del Glasgow de estos días, con chinos y americanos peleándose por ver cuándo dejan de fabricar coches de combustión, estaba Almócita, con diez años ya reduciendo por propia iniciativa, sin que se lo diga nadie, su huella de carbono. Poco más de un centenar de habitantes que han plantado 1.000 árboles mediterráneos para hacer un corredor verde que genere humedad bajo los riscos de la Alpujarra.
Todo el caserío se abastece ya con energías renovables a través de placas fotovoltaicas de 50 kilovatios, mientras sale su alcalde ufano, Paco García, declarando a la Primera, ante toda España a la hora de comer, que Almócita (Almocita para Ana Blanco) quiere crear una comunidad energética y suministrar energía a la red. "Ya hemos reducido la factura eléctrica un 50%", asegura orgulloso el edil rural. Y salen también ante las cámaras gente de ciudad que ha recalado en esa tramontana almeriense de la ruralidad, donde hay cabras y gallinas, pero también wifi y posibilidades de conectarse al Ibex 35. El camino inverso del campo a la la ciudad, ahora del asfalto a la alfalfa, como el protagonista de 'Los Asquerosos', de Santiago Lorenzo. Además, los vecinos no tiran ningún resto orgánico: hacen compostaje para abono con las mondas de las patatas o las cáscaras de las naranjas.
Almócita no vive en el pasado, vive en el futuro. A ver si aprenden otros municipios de Almería. Por qué no hace Ragol, por ejemplo, lo mismo que Almócita, o Instinción o Beires o Doña María.
Uno creyó ver un poco de emoción en los ojos de Ana Blanco contando la crónica de Almócita, aunque no es del todo seguro, si se tiene en cuenta que lleva presentando el Telediario desde que a Sabrina se le salió una teta, y los años endurecen. Pero quizá a algún televidente le sirva de ejemplo el ejemplo de Almócita, el espíritu de Almócita, como un 1812 del buen trato a la naturaleza y a vivir la vida con sentido común. Si hay un pueblo de España donde el Amazon de Bezos no ha llegado, ese es Almócita, el sitio donde no necesitan contenedores chinos ni el Canal de Suez para abastecerse, el pueblo donde comen de lo que crían, el pueblo donde ellos se lo guisan, ellos se lo comen.
Ana Blanco cambio de tercio despidiendo la crónica de Almócita y dando entrada a la foto de Amancio Ortega como protagonista de una inversión de 245 millones de euros en un parque eólico de Zaragoza, que pareció como cuando el disc jockey despistado en una discoteca de los 80 cambiaba de golpe un disco de Adamo por otro de Uriah Heep.
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