La Voz de Almería
01:00 • 15 abr. 2012
Cuenta el geógrafo y escritor Alfonso Viciana Martínez-Lage que Rafael Gómez Nieto nunca se ha sentido reconocido. “Siempre he tenido la sensación de ser extranjero”. Lo decía el pasado enero, pocas semanas después de conocer que iba a ser distinguido con la Legión de Honor francesa, el mayor y más importante reconocimiento del país galo, por decisión del propio presidente de la República.
Las siguientes páginas reproducen la entrevista que Viciana realizó a Gómez como uno de los cuatro almerienses que formaron parte de la compañía Nueve de la División Leclerc, la primera que entró en París para liberarla de la ocupación nazi.
La entrevista forma parte de un libro en el que el geógrafo rescata las viviencias dramáticas de almerienses en distintos episodios bélicos y sucesos dramáticos. El libro, en el que Alfonso Viciana lleva trabajando cuatro años, será publicado proximamente para añadir una pieza más al puzzle de la memoria histórica de la provincia.
Los protagonistas, como Rafael Gómez, encontrarán en él un cierto reconocimiento desde su tierra, por la que quizá tampoco se sientan valorados. En LA VOZ empieza ese reconocimiento.
Aunque su familia era oriunda de Roquetas de Mar, Rafael Gómez Nieto nació circunstancialmente en la calle El Cercado de Adra (Almería), el día 27 de enero de 1921, donde su padre, Rafael Gómez Cañadas estaba destinado como carabinero.
Emigró muy joven a Badalona con su familia. Al comenzar la Guerra Civil Española, Rafael sólo tenía 16 años y estaba matriculado en la academia de Carabineros. Fue llamado a filas por la quinta del Biberón. Sin embargo, no fue movilizado porque consiguió entrar en el Cuerpo de Carabineros, trabajando como enlace ciclista para Correos y el Ministerio de Hacienda.
- Era muy joven. Me quite los pantalones cortos y me puse los de Carabinero –ríe-. Ya no me quitaría el uniforme militar hasta el año 1946. Tras la Guerra Civil abandonó España por los Pirineos. Pasó la frontera en camión junto a otros carabineros, entre ellos su padre. El resto de la familia se refugió en Orán.
Rafael recuerda los rostros lánguidos y tristes de las miles de personas que abandonaban España. Él, sin embargo, confiesa que no quiso pensar. Se aferró al chasis del camión y miró hacia adelante, hacia lo que el destino le tuviese preparado.
Al llegar a Francia los gendarmes y los policías senegaleses los desarmaron. También les quitaron todo lo que portaban: relojes, anillos, efectos personales, y los condujeron a distintos campos de refugiados. Su padre fue recluido en Saint-Ciprien y él en Barcarès. Allí habría de pasar cuatro largos meses. De su estancia en el campo de refugiados recuerda el recinto con alambradas de espino, el maltrato que les dispensaron las autoridades francesas, el frío, el viento gélido cargado de arena y de humedad, el hambre que hacía sonar las tripas, las diarreas, la ausencia de higiene, los piojos, la sarna y los palos con varas, látigos o a culatazos de fusil de los guardias senegaleses.
Ayudados por un familiar y tras varias negociaciones con las autoridades francesas, padre e hijo, lograron liberarse del campo de concentración. Con documentación falsa alcanzaron el Norte de África y en Orán se reunieron con el resto de la familia.
Rafael encontró trabajo como aprendiz de zapatero y fue allí donde comenzó a contactar con otros jóvenes españoles, que poco después serían camaradas de armas en la compañía La Nueve, entre ellos su amigo Montoya.
- Todo cambió con el desembarco norteamericano –recuerda-. Orán era una amalgama de soldados de distintas naciones, procedencias y condición. La gente joven comenzó a alistarse: en la Legión Extranjera, en los Cuerpos Francos de África, en las divisiones norteamericanas, con los ingleses en el Octavo Ejército de Montgomery…
Rafael abandona su oficio de zapatero y se alista voluntariamente en los Cuerpos Francos de África. Le apasionan los camiones y quiere ser conductor. Le admiten como chofer de un j
Aunque su familia era oriunda de Roquetas de Mar, Rafael Gómez Nieto nació circunstancialmente en la calle El Cercado de Adra (Almería), el día 27 de enero de 1921, donde su padre, Rafael Gómez Cañadas estaba destinado como carabinero.
Emigró muy joven a Badalona con su familia. Al comenzar la Guerra Civil Española, Rafael sólo tenía 16 años y estaba matriculado en la academia de Carabineros. Fue llamado a filas por la quinta del Biberón. Sin embargo, no fue movilizado porque consiguió entrar en el Cuerpo de Carabineros, trabajando como enlace ciclista para Correos y el Ministerio de Hacienda.
- Era muy joven. Me quite los pantalones cortos y me puse los de Carabinero –ríe-. Ya no me quitaría el uniforme militar hasta el año 1946. Tras la Guerra Civil abandonó España por los Pirineos. Pasó la frontera en camión junto a otros carabineros, entre ellos su padre. El resto de la familia se refugió en Orán.
Rafael recuerda los rostros lánguidos y tristes de las miles de personas que abandonaban España. Él, sin embargo, confiesa que no quiso pensar. Se aferró al chasis del camión y miró hacia adelante, hacia lo que el destino le tuviese preparado.
Al llegar a Francia los gendarmes y los policías senegaleses los desarmaron. También les quitaron todo lo que portaban: relojes, anillos, efectos personales, y los condujeron a distintos campos de refugiados. Su padre fue recluido en Saint-Ciprien y él en Barcarès. Allí habría de pasar cuatro largos meses. De su estancia en el campo de refugiados recuerda el recinto con alambradas de espino, el maltrato que les dispensaron las autoridades francesas, el frío, el viento gélido cargado de arena y de humedad, el hambre que hacía sonar las tripas, las diarreas, la ausencia de higiene, los piojos, la sarna y los palos con varas, látigos o a culatazos de fusil de los guardias senegaleses.
Ayudados por un familiar y tras varias negociaciones con las autoridades francesas, padre e hijo, lograron liberarse del campo de concentración. Con documentación falsa alcanzaron el Norte de África y en Orán se reunieron con el resto de la familia.
Rafael encontró trabajo como aprendiz de zapatero y fue allí donde comenzó a contactar con otros jóvenes españoles, que poco después serían camaradas de armas en la compañía La Nueve, entre ellos su amigo Montoya.
- Todo cambió con el desembarco norteamericano –recuerda-. Orán era una amalgama de soldados de distintas naciones, procedencias y condición. La gente joven comenzó a alistarse: en la Legión Extranjera, en los Cuerpos Francos de África, en las divisiones norteamericanas, con los ingleses en el Octavo Ejército de Montgomery…
Rafael abandona su oficio de zapatero y se alista voluntariamente en los Cuerpos Francos de África. Le apasionan los camiones y quiere ser conductor. Le admiten como chofer de un j
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/25654/rafael-gomez-nieto-un-almeriense-en-la-division-leclerc