Manuel Leon
23:04 • 16 abr. 2012
Imagínense ustedes: un día, en esta ciudad mediterránea nuestra, se desata -como en una novela de realismo mágico- un ansia bulímica por comer carne de vaca a la parrilla; los almeriense entran en una espiral desenfrenada en la que no pueden vivir sin salir a cenar un buen churrasco y un trago de mate. El restaurante Martín Fierro se vería obligado a abrir 24 horas para saciar tamaño frenesí por la comida argentina; cocineros, pinches y y maitres tendrían que encadenar horas y horas de trabajo para multiplicar panes y peces, como Jesús en Galilea.
El regidor de la ciudad instaría al propietario, Alejandro Farace, a que ampliara sus instalaciones, a que invadiera las vías del tren para colocar más mesas, a que importara más carne de vacuno de La Pampa. Luis Rogelio, tanguero de pro, se vería en la obligación, si no encontrase respuesta por parte del empresario, de expropiar el Martín Fierro, de nacionalizarlo para la ciudad y asumir las inversiones necesarias para poder satisfacer la creciente demanda vecinal de platos criollos.
Eso es, más o menos y salvando las distancias, lo que le ha ocurrido a Brufau, presidente de Repsol YPF con Cristina Fernández De Kirchner en Argentina: “estos gallegos no me van a chulear más”, debió pensar ayer, cuando cristalizó el anuncio de la expropiación del 51% de Repsol YPF declarándola de utilidad pública “al no realizar Repsol las inversiones necesarias a fin de garantizar el abastecimiento de hidrocarburos”. A partir de ahora, que tiemble cualquier empresa española que tenga inversiones en tierras hermanas: hay una empresa almeriense de Vera, RMH, que cuenta con más de 8.000 cabezas de vacuno y que compró hace unos años más de 14.000 hectáreas en Corrientes para criar novillos. Y hay unos cuantos más en Tucuman, Altagracia o Río de la Plata, si no como almerienses, sí como hijos de almerienses que hasta allí llegaron buscando fortuna hace ya muchas décadas. Es el caso de Cristóbal López Sosa, hijo de los almerienses Cristóbal y Lucía, que un día cruzaron el charco y allí se quedaron. Allí nació el de la foto, que se ha convertido en patrón de uno de los imperios empresariales de la Patagonia que lleva por nombre Grupo Indalo- guiño sentimental a sus orígenes- con intereses en el sector del juego (es socio de otro almeriense Manuel Lao en el casino flotante de Buenos Aires), agroalimentario y petrolero.
Habla y no para la prensa bonaerense de su amistad con el malogrado Nestor Kirchner heredada por su viuda Cristina. Es propietario de la petrolera argentina Oil M&S y tiene participaciones en Petrobas, el banco Funsur y otros negocios en La Patagonia, su zona de influencia.
Tras su fulgurante ascenso, el nombre de este enigmático oriundo almeriense ha sido ya voceado como posible gestor de la nueva YPF que renacerá sobre las cenizas de la española Repsol. “Estos gallegos nos sirvieron para trabajar pero no me van a controlar el país”, debió pensar ayer la faraona porteña.
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