En las zonas uveras de la provincia de Almería existía (aún existe) la costumbre de aprovechar los excedentes de las uvas de cada cosecha para elaborar un vino ligero, de baja graduación alcohólica, que debía ser consumido en el año, el conocido como zurrache, o zurriache en algunas de esas zonas.
Era una forma de aprovechar el producto que no se conseguía vender o las uvas de pequeño tamaño, conocidas como ‘uverilla’ que tenían poco mercado pero conservaban las características del resto de las producidas. No era, desde luego una producción industrial sino que el zurrache se elaboraba de forma artesanal por parte de los vecinos que disponían de parras. Se pisaba y se almacenaban en las casas y en los cortijos.
Emigración A mediados de los años ochenta, cuando el cultivo de la uva de mesa había dejado de ser una actividad económicamente rentable, y tras la incorporación de España a la Unión Europea, se puso en marcha un programa de arranque de parrales a cambio de subvenciones.
Para muchos parraleros y empresarios del sector uvero fue una triste noticia, aunque a la vista del declive de la uva almeriense, básicamente de la variedad Ohanes o Uva del Barco, se claudicara ante la oferta comunitaria. En esos años miles de hectáreas de parrales desaparecieron.
Sin embargo fue el inicio de una nueva historia para este fruto tan almeriense. A través de contactos establecidos en la época de la exportación de la Uva del Barco, empresarios agrícolas de Estados Unidos recalaron en la provincia para llevarse hasta el país americano cepas y sarmientos que, según los especialistas, podía tener un buen arraigo en áreas como California.
Calmería
Fue el nacimiento de lo que luego recibiría el nombre de ‘Calmería’, el resultado de unir los nombres de California y Almería. No era la primera experiencia ya que en el año 1941 la uva almeriense ya había saltado el ‘charco’ y de la mano de dos criadores locales, Elmer Snyder y Frank Harmon, con el asesoramiento de productores almerienses, desarrollaron esa primera variedad, hibridando la uva Ohanes con la Sultana.
Inicialmente se aprovechó su resistencia para sacar adelante cultivos dedicados principalmente a la producción de uva de mesa y de pasas. Pero la tradición almeriense se mantenía viva entre los productores norteamericanos y el siguiente paso ha sido, en los últimos años, ponerse manos a la obra para la producción de vinos y, entre ellos ese vino joven, fresco, con una elaboración artesanal y sin la adicción de productos químicos como los sulfitos, sin conservantes ni colorantes.
Al no estar sulfitado se trata de un vino de consumo casi inmediato. Dicen que el zurrache ha de ser consumido cuando las parras comiencen a vestirse con los nuevos pámpanos, entrada la primavera, para evitar que se pase y se avinagre. Es un producto delicado que debe ser extraído con cuidado de los barriles o las cubas, evitando que se remueva en exceso el vino.
Ganando adeptos
La producción de ese ‘zurrache americano” ha ido creciendo a medida que los parrales de la uva de Ohanes en los Estados Unidos han ido madurando y, en la actualidad, ha aumentado de una forma exponencial, sobre todo porque era un producto que no se había elaborado nunca en aquel país.
El zurrache ha entrado de hecho con muy buen pie entre los consumidores americanos al tratarse de un vino fresco, ligero, que se consume en frío, con bajo contenido alcohólico y sin tratamientos químicos añadidos. En un momento en los que se buscan productos frescos, libres de química y con precios razonables, el viejo zurrache almeriense hace furor en norteamérica.
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