Entre el ocaso del siglo XIX y el amanecer de la siguiente centuria, la comercialización internacional de la uva de mesa almeriense despuntaba entre sus competidores. En las riveras del Andarax y Nacimiento y al abrigo de las Alpujarras, florecía una boyante industria que abastecía a grandes capitales como Londres, Nueva York o Chicago con su ‘uva de barco’. Un fruto que, debido al medio de transporte con el que cruzaba el Atlántico, no sólo cambio de nombre, sino que adoptó una denominación de origen.
Manteniendo la memoria viva de aquella industria que articuló la sociedad de los municipios alpujarreños de Almería, Terque volvió a celebrar en el día de ayer, las Jornadas de Recuperación de Tareas y Oficios Antiguos, que alcanzaron su décimo novena edición.
Como si de una festividad local a la que el devoto no puede faltar, un año más los terqueños abandonaron los pantalones vaqueros y camisetas de nylon para embozarse en levitas, sombreros de copa, enaguas y miriñaques, y salieron a la calle, sacando de sus alacenas y recuerdos los utensilios que en su día utilizaran sus padres, abuelos o bisabuelos en su vida cotidiana.
Al objeto de que el estilo de vida tradicional no caiga en el ostracismo con el rápido trasiego del siglo XXI, el municipio de Terque se transforma cada segundo domingo de octubre en un pueblo diferente, que nos queda lejos del imaginario actual.
Durante las pasadas Jornadas de Recuperación de Tareas y Oficios Antiguos la música tuvo un papel significante, en relación a otras ediciones. Los músicos que visitaron Terque, para este evento, pusieron banda sonora a las plazas y calles adyacentes a la iglesia del pueblo alpujarreño donde se congregaban los vecinos y visitantes.
Vecinos del siglo XXI, labores del siglo XIX
Para el Ayuntamiento de Terque, y para el Museo Etnográfico del municipio, dirigido por Alejandro Buendía, la celebración de estas jornadas suponen mantener vivo un conocimiento ancestral, que sólo algunos viejos artesanos conservan en su memoria y en sus manos. El entusiasmo y la labor de los vecinos de Terque, y de diferentes municipios de las Alpujarras y Bajo Andarax pone en valor un patrimonio histórico en peligro de extinción.
Por las calles del pueblo volvió a resonar el silbato del afilador, que con su melodía avisaba a los vecinos de su presencia para sacar filo a sus cuchillos y tijeras. Mientras, la piedra de amolar, accionada por los pedales de la bicicleta enlucía hojas, el tintineo de las llaves del sereno llamaba sutilmente al buen orden del ciudadano. El sastre tomaba medidas a los burgueses tratantes de ‘uva de barco’ que acabaron asentándose en la zona en casas señoriales.
Como es natural, este fruto tiene un papel protagónica en esta historia. En artesas de madera las terqueñas dejan reposar la uva de Ohanes recién vendimiada de las parras de la comarca, y sentadas en sillas de manera y mimbre, conformaban un benigno aquelarre donde afloraban canciones, historias y chismes, mientras limpiaban y catalogaban los racimos. Los hombres por su parte, a base de hacha, tenazas y martillo ponían a punto la testa, el barrigal y las duelas para fabricar aquellos barriles tan necesarios en la industria vinícola.
La XIX Jornadas de Recuperación de Tareas y Oficios Antiguos de Terque, es un escaparate hacia el pasado, donde las jóvenes generaciones pueden mirar. Un banquete donde poder alimentar su imaginación y la conciencia por sus pueblos y mayores. Actos como encalar casas, introducir la ropa en el lavadero o trenzar esparto, los ponen en contacto con una realidad desconocida, de una manera lúdica, generando historias y recuerdos en sus jóvenes mentes.
La vida de las sala de estar en los años 60
El Museo Etnográfico de Terque sacó a la calle durante las Jornadas de Recuperación de Tareas y Oficios Antiguos dos exposiciones temporales y efímeras que resultaron del agrado de los vecinos. Bajo el nombre ‘Las sillas del museo’ y ‘La historia de la Televisión’ se recordó a la importancia que tuvieron estos muebles en la vida cotidiana de las personas. Alejandro Buendía, explicaba, el valor que tuvo la televisión en los años 60, como un objeto del cual sentirse orgulloso y creaba comunidad. “La gente se hacía fotos con la TV, como si fuera un SEAT 600” mencionaba Buendía. Un entusiasmo que se pudo ver en Terque con las reacciones de padres y abuelos que relataban a los niños sus vivencias con aquellos electrodomésticos.
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