Por primera vez en once meses, Juan Antonio Martín Cuadrado acaba de pisar tierra firme española. Hace tan sólo unos días dejó atrás su velero 'Vagabundo' tras atravesar una vez más el Océano Atlántico y regresó, tras once meses de navegación en solitario a su patria chica, aunque ese ‘título’ está más que disputado.
Porque para quien ha pasado más de cuarenta años sobre un velero y ha realizado por décimo octava vez el viaje de Colón (sí, dieciocho travesías por el Atlántico), además de su tierra natal veratense de la que nunca se olvida, debe ser casi tan patria chica como esta los escasos metros de los que dispone su velero ‘Vagabundo’ y donde pasa meses y meses navegando en solitario.
Tanto es así que reconoce que todavía se está “adaptando” a la vida en tierra firme varios días después de su llegada. Se ha enfrentado a numerosas situaciones de riesgo. En alguna ocasión, incluso, ha llegado a temer por su vida aunque paradójicamente no fue sobre 'Vagabundo'. " Sin embargo, hay una expresión ante la que Juan Antonio Martín Cuadrado tuerce el gesto aún más que ante un mar bravío.
Y es ante cualquier pregunta que incluya un 'para siempre'; que le haga imaginar una vida sedentaria, lejos de un horizonte cambiante y de un destino al final del trayecto. Aún así, tras hacer una prolongada y reflexiva pausa para pensar en ello, da con el lugar que recomendaría entre los cientos de parajes y poblados lejanos que ha visitado. "Las islas Azores en mitad del Atlántico son unas islas absolutamente maravillosas y los portugueses de allí son igualmente entrañables”.
¿Y si tuviéramos que quedarnos a vivir en uno de esos lugares? "Es que el 'para siempre' es una expresión que a mi….", responde titubeante. Vale, entonces por un tiempo algo prolongado, repregunto. "Te diría que en España se vive mejor que en ningún sitio. No sabemos lo que tenemos a pesar de todos los defectos. Pero te volvería a decir que en verano, Azores, pero allí un invierno puede ser duro por lo que quizás República Dominicana, que me gusta mucho. Me quedaría pero no mucho tiempo”, aclara, por si hubiera alguna duda.
Tiene autoridad más que de sobra para hablar de lugares lejanos y desconocidos para muchos. Tan sólo en su última travesía pasó por Lanzarote, Cabo Verde y por islas como Martinica, Dominica y María Galante o Guadalupe. Previamente, sobre esta isla “con rincones maravillosos de interiores y zonas de cascada de selva tropical”. Allí le tocó pasar parte de la pandemia en 2020, cuando .. dos meses fondeado “hasta que las autoridades nos dejaron salir a los barcos que estábamos anclados allí”. Está convencido de que ese confinamiento le fue “bastante mejor que a vosotros en la península; estaba en mi barco, podía nada alrededor de él con buena temperatura…”, enumera.
Cada vez que sale al mar, no sólo se enfrenta a las inclemencias del mar y del tiempo sino también consigo mismo, encarando los efectos de la adaptación mental y física que se produce al vivir sobre el mar y regresar a tierra, o simplemente al navegar en solitario durante meses. “Te condiciona tanto psíquica como físicamente. Navegando duermo a ratos, tanto de día como de noche. Eso es un factor importante al volver a tierra y a la hora de conciliar tu sueño durante una noche entera, que se hace difícil”.
Tanto es así que considera que “la soledad daría para escribir un libro” aunque “una de mis sorpresas en uno de mis primeros viajes en solitario en el Atlántico, en 1992, es ser consciente de la mella que te hacía sentirse tan solo en medio del gran azul. Iba preparado para batallar contras las olas y el viento pero me sorprendió que la solidad se hiciera tan fuerte y profunda, sintiéndote tan insignificante en medio de esa inmensidad”.
De ese sentimiento al actual ha habido un proceso de adaptación, más o menos obligada, para “ir dejando atrás igual, conforme lo hace la estela del barco cuando avanza por el Atlántico, ese lastre ciudadano y de asfalto que llevamos”, además de “conocer su lado bueno pero también el lado más amargo de la solidad ,aprendiendo a convivir con ella”.
Para lo que también le sirve es para, una vez que llega al otro lado del Atlántico, valora aún más el calor humano. “Pero la compañía de verdad”, enfatiza. “Aprecias mucho más la compañía de personas que sin necesidad de hablar mucho entienden lo que estás viviendo y donde a veces ni siquiera el idioma es un impedimento para comunicarse y donde los colores y las banderas dan lo mismo”.
Más allá de la soledad, entre todas las adaptaciones a las que tiene que enfrentarse al regresar a tierra, hay una que se le hace especialmente difícil, como es que tras “estar permanentemente en movimiento en el barco al ritmo de las olas y el viento, te encuentras de pronto en tierra firme caminando por asfalto, que es lo más desagradable que hay, por asfalto se hace muy duro volver a la civilización”.
Como todos los romances y el de Juan Antonio con el mar y su velero lo es, éste llegó casi de improviso, tras un accidente que le obligó a dejar a un lado sus mayores aficiones de juventud, metiéndose de lleno entonces en la navegación. Y también, como todos los romances, ha habido altibajos entre Juan Antonio y el Mar. Paradójicamente, no ha sido en uno de los numerosos años que lleva sobre un velero ni a miles de millas de distancia cuando ha vivido su accidente más serio. “Fue en Almería, iba con otro amigo con la tabla de surf hace unos años y nos pilló un temporal que nos llevó para fuera y pasamos la noche a la deriva. La hipotermia hizo que en un determinado momento parecieses que de aquella no iba a salir”.
Tras ese capítulo, el conocido navegante enumera otros como cuando con “mi primer 'Vagabundo', volviendo de Canarias, desarbolé y me quedé a la deriva sin el mástil ni las velas. Sí, la verdad es que he pasado algún que otro momento…”, se sonríe como si hasta que ha hecho el ejercicio de recordarlos no fuera consciente de esos otros momentos que ha vivido en el mar, como cuando “me abordó un mercante y también pensé que no saldría de esa”.
Ahora está en su tierra -firme- Vera. Pero está claro que, tras cuatro décadas navegando, Juan Antonio Martín Cuadrado está aún lejos de echar el ancla, para siempre. “Ahora mismo no tengo nada planificado, he regresado para volver a sentirme en tierra, ver a amigos, la familia… y ya veremos cuando me llamará el viento otra vez”.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/265500/el-almeriense-que-ha-surcado-el-atlantico-dieciocho-veces-a-bordo-de-su-velero