¿Qué hace en Cantoria una campana que estaba destinada la Catedral de Toledo? Para
encontrar el origen de la sucesión de acontecimientos que resultaron
en la instalación de esta campana en el bello templo cantoriano hay que
situarse en el siglo XIX e inmiscuirse entre las relaciones de la
mismísima Corte Real.
Lo cierto es que
esta historia, rescatada por Andrés Carrillo para la revista Piedra
Yllora, habría sido imposible sin el protagonismo de otro
cantoriano, Eduardo Giménez Molina. Se trataba de “un brillante
abogado” que desde muy joven fue letrado de alguno de los
aristócratas más conocidos del reino como “el márques de la
Romana, el Duque de Medina Sidonia…”, enumera Carrillo.
Así, Eduardo Giménez fue labrándose un futuro entre algunos de los nobles más
conocidos de la época. Pero no sólo eso, según los testimonios que
han llegado de la época “parece que también era un hombre de buen
ver”. De modo que sus importantes logros profesionales y su aspecto
llamó la atención de la mismísima reina Isabel II, quien al
parecer “sintió curiosidad por este joven abogado que había
conseguido tantos éxitos defendiendo a los nobles y una cosa llevó
a la otra…”, deja en el aire el impulsor de la revista
cantoriana.
El abogado hizo
“mucha ‘amistad’ con la reina”, Isabel II, quien destinó un
obsequio en forma de campana hasta la Catedral de Toledo. Pero todo
se truncó y el destino de esa campana fue radicalmente distinto
debido a dos circunstancias puntuales. “Por un lado, la Reina se
tuvo que exiliar y, al mismo tiempo, las obras de la iglesia de
Cantoria iban avanzadas pero aún así necesitaban mucho dinero y
donaciones”, subraya el investigador.
El exilio de la
Reina fue crucial para los acontecimientos posteriores, ya que según
asevera Andrés Carillo los responsables eclesiásticos de la
Catedral de Toledo rechazaron la campana porque “venía de quien
venía”, por lo que Eduardo Giménez Molina utilizó su cercanía
con la Corte y los mayores poderes del país para, ni corto ni
perezoso, llevársela a su pueblo.
Familia influyente
de origen cantoriano
Si bien Eduardo Giménez se ganó buena
parte su popularidad por su buen hacer defendiendo a sus clientes, no
es menos cierto que su padre ya ejerció en la política local e
incluso fue el primer alcalde de Cantoria una vez que se crearon las
nuevas provincias y municipios.
Así, la familia fue ganando contactos al más alto alto nivel y, una vez que
estudió Derecho en Madrid, comenzó a defender a nobles como el
marqués de la Romanan que tenía entonces “un pleito muy
complicado con el duque de Alba” y que terminó ganando, lo que le
valió un importante “ascenso social”, relata Andrés Carrillo.
Además, fue abogado
del marqués del Almanzora y tuvo una participación clave “en la
llegada del ferrocarril y también para la construcción de la
carretera”. Pero esa es otra historia que merece un capítulo
aparte más allá de cómo jugó un papel clave en que la
bella iglesia cantoriana luzca una campana que iba destinada a la
Catedral de Toledo.
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