Acaba de reeditarse el libro de un médico canadiense, Norman Bethune, que bajo el título de ‘Las Heridas’ cuenta en primera persona cómo vivió la huida de miles de malagueños por la carretera de Almería en febrero de 1937. Es la primera vez que sus textos se editan en castellano. Entre ellos, un estremecedor relato que aporta algo de luz sobre aquel éxodo de 350 kilómetros a pie y durante el que murieron muchas personas, pero del que muchos supervivientes lo fueron gracias a la ayuda de este médico canadiense, que utilizó el camión con el que trabajaba para la Unidad Médica de Canadá, vinculada al Socorro Rojo Internacional, para trasladar a Almería a muchos de los malagueños que llevaban días caminando huyendo de las tropas franquistas.
Según narra él mismo, estaba en Almería, después de haberse movido con su unidad móvil de transfusiones por Barcelona, Valencia y Madrid, cuando escuchó las primeras noticias sobre que Málaga había caído en manos de los franquistas. De ese momento cuenta: “Pasamos una hora en Almería. Tiempo suficiente para tratar de conseguir una comida imposible. El pequeño puerto marítimo había sido bombardeado por aire y bloqueado desde el mar. Se podía palpar el hambre en las calles. Un golfillo nos llevó a un bar, pero estaba completamente saturado de militares, todos ellos ingiriendo la misma mezcla espesa humeante (...). Cuando salimos de nuevo, las calles estaban llenas de gente. Las noticias sobre Málaga se extendían”.
Norman Bethune se preguntaba si era posible que “los fascistas llegaran tan lejos”, refiriéndose a Almería. Él y su compañero de viaje Hazen Sise -fotógrafo- tomaron la carretera hacia Málaga cuando a unas “diez millas” se encontraron con una extraña procesión”. Eran refugiados. “A cada vuelta de curva, había más”. “Había familias enteras caminando juntas, acarreando unas pocas pertenencias. (...) Eran como sombras deslizándose de ninguna parte a ninguna parte”, relata.
El testimonio del canadiense deja constancia de que los refugiados que se dirigían a Almería les decían que se dieran la vuelta, que al otro lado de la carretera no había nada. Los refugiados “no tenían fuerzas para continuar, pero temían detenerse. Los fascistas iban tras ellos, dijeron. ¿Málaga? Sí, eran de Málaga, y Málaga había caído”, cuenta, como también explica que volvió al camión para coger la cámara de fotos y retratar lo que estaba viendo “desde las cunetas y lo alto del camión”.
“En el lugar donde debería haber estado la carretera, veinte millas de seres humanos (...). En ninguna parte se veía la carretera. Estaba todo tupido de refugiados, miles y miles, apretados, cayendo unos contra otros”, relata. Llevaban andando cinco días con sus cinco noches. Al caer la noche, algunos de los refugiados le contaron que “los fascistas venían velozmente hacia el este”. “La siguiente ciudad era Motril, y ya se hallaba en manos del enemigo, o pronto sería así.No había frente; no se habían tomado posiciones en parte alguna de ese lado de Almería. No había derrota, sino un derrumbamiento”, explica el médico en el capítulo ‘La carretera de Málaga’ del libro ‘Las Heridas’.
Los refugiados le suplicaron ayuda y él le dijo a su compañero: “Sólo hay una cosa que podamos hacer: llevar a toda la gente que nos sea posible a Almería”. Así que descargaro
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