Su historia provoca una mezcla divertida de admiración y sorpresa. Fernando Belda representa de forma perfecta a la generación de jóvenes obligados a hacer las maletas y ‘buscarse las habichuelas’ fuera. Se empieza de lo que se pueda y, con valentía y paciencia, se logra el éxito. De hecho, la entrevista con LA VOZ pone casi la guinda a su experiencia ya que llega justo cuando acaba de dejar su puesto en una cadena de tiendas de comida preparada tras ser contratado como asesor financiero en ‘la City’, el distrito financiero londinense. “Cuando me dijeron que me cogían no me lo creía, estuve dos días en una nube; ahora estoy muerto de miedo”, confiesa riendo.
Han sido dos años y medio de aventura, tras haber acabado LADE y un máster y encontrarse parado. “Me animaron mis amigos y también mis padres así que conseguí ahorrar algo y me fui”, recuerda. Aterrizó en Londres un inolvidable 29 de octubre. “Había cogido una habitación en una residencia en el centro, pero no podía ir hasta el 1 de noviembre, así que un amigo de Almería me alojó en su casa unos días”. También por el consejo de amigos encontró una buena academia de inglés. Y fue gracias a otro amigo como pasó su primera entrevista telefónica, y gracias a una amiga de la residencia como conoció a sus actuales compañeros de piso que le han ayudado a conseguir su nuevo trabajo... En el relato de estos meses en Inglaterra, Fernan no deja de citar a unos amigos y a otros. “Es lo más importante, conocer gente, hacer contactos, moverse por todos lados; nunca sabes lo que te espera”, dice convencido.
No cabe duda de que este granadino, almeriense de adopción ya que sus tíos viven aquí y él pasa temporadas con ellos, ha sabido moverse. “Tras unos días, me lancé a echar solicitudes en tiendas de ropa y de comida”, cuenta. “Estaba dispuesto a cualquier cosa”, eso sí, quería un trabajo que le sirviera para aprender inglés; por eso, cuando le llamaron de Zara rechazó el puesto “porque la mayoría de los trabajadores son españoles”.
Dos días después recibió una llamada de la empresa ‘Eat’. “Es una cadena de tiendas de comida preparada como ‘Costa’ o ‘Pret a manger’, en las que se venden sopas, ensaladas, bocadillos, bollería, café...”, explica. Pero no entendió más que el nombre de la empresa y tras varios ‘yes’ sin saber si respondía bien o mal a lo que le preguntaban, oyó cómo el entrevistador colgaba. “Aunque hay que dejar pasar tres meses antes de entrar en un nuevo proceso de selección, me compré otra tarjeta de teléfono y al cabo de una semana volví a rellenar una ficha online”. Esta vez estaba preparado: “A las ocho de la mañana tenía el móvil en la mano y a un amigo inglés dispuesto a hacerse pasar por mí”.
La estrategia dio resultado y fue citado a una dinámica de grupo. “Aunque entendía más bien poco, no dejé de sonreir y conseguí el puesto”. Faltaba la prueba práctica, tres horas en una tienda. “Me hice un corte con el cuchillo hasta el hueso, me mareé muchísimo así que estuve media hora en el despacho del jefe con los pies en alto, tomando zumo y articulando ‘lo sientos’ sin parar”, ríe.
Su jefe apreció su forma de ser, tan echada para alante, y comenzaron así dos años de trabajo en la cadena, con épocas de más o menos lío. “Mi tienda está en una zona turística, en el London Eye, y durante las Olimpiadas fue una pasada; nos pusieron una bandera de nuestros países de origen a cada uno para que los clientes-turistas pudieran pedir en sus idiomas, la verdad es que no paramos”, dice. También posee muchos clientes fijos “ya que los ingleses comen en tiendas de estas todos los días. Viven por y para el trabajo y por eso es muy cómodo llevarse ensaldas o sopas nuestras a la oficina”, aclara. Una clientela que se ha volcó durante su despedida el pasado viernes: “Me hicieron todo tipo de regalos y cartas deseándome buena suerte”. Una suerte que, seguro, no le va a faltar ya que ha demostrado que quien la busca, la encuentra.
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