El final del bulevar bullía como si fuera feria, la gente se encontraba por todos sitios, unos vestidos de fiesta para ir al teatro y otros amontonándose por donde podían para verlos pasar, para estos últimos su teatro estaba en la calle, consistía en ver a las personas que desfilaban ante sus ojos. Las señoras lucían sus mejores galas. Los caballeros vestían sus elegantes trajes. Las encantadoras jovencitas hacían competir su belleza con las flores que adornaban los vestidos
Las luces que iluminaban la entrada y los alrededores del Teatro Cervantes refulgían como si el sol estuviera en su cénit. Habían sido muchos años de espera, no solo de los socios accionistas, sino también de todos los almerienses y había que verlo, celebrarlo y disfrutarlo.
Así describe Carmen Ravassa, la autora del libro Historia de una larga construcción: Teatro Cervantes de Almería, editado por Círculo Rojo, el ambiente que se vivía en la ciudad el 16 de julio de 1921 con motivo de la inauguración del magnífico edificio que tardó 60 años en construirse y que dentro de ocho años cumplirá su primer centenario.
El libro relata toda la historia, desde que comienza a gestarse la idea hasta que se produjo el famoso asesinato de Conchita Robles sobre el escenario del teatro.
Uno de los datos que llama la atención es que el dramaturgo almeriense Francisco Villaespesa se ofreció a inaugurar el teatro con una de sus obras. Villaespesa ofreció por carta a la Junta de Administración una de sus obras. Se lo agradecieron y, con posterioridad, en otra carta comentaba que estaba trabajando en una obra sobre Almería para la inaguración y que “sería conveniente que esta celebración fuera un gran acontecimiento”. Pero por esas fechas al teatro aún le quedaban por delante seis años de otras.
Finalmente el dramaturgo almeriense no pudo representar su obra cuando el Cervantes abrió sus puertas, aunque sí lo hicieron numerosas compañías que día tras día y en diferentes funciones, durante dos años, llenaron el escenario del Cervantes de teatro. La primera de ellas, la que levantó por primera vez el telón fue La sombra de Cervantes y también La calle de la Montera, a las que siguieron otras tan significativas como El Alcalde de Zalamea, La Dama de las Camelias y la conocida Santa Isabel de Ceres, representación que protagonizaba Conchita Robles, a la que su marido mató entre bambalinas y cayó muerta sobre el escenario, entre el aplauso y la ovación del público, que creyó que formaba parte del argumento teatral.
Sobre los materiales del teatro, Ravassa se refiere a la totalidad de compras que hicieron y a los numerosos detalles con que adornaron el interior del inmueble. Dice del vestíbulo que “era de una belleza nunca vista en la provincia”.
“El zócalo de azulejos, de una altura de casi dos metros, estaba hecho completamente a mano, pieza por pieza” y que se encargó a una fábrica sevillana de Triana.
Ya en el escenario, en su embocadura, sobre el telón de terciopelo del escenario se encuentra el bambalinón, que fue hecho por las monjas del Servicio Doméstico, las religiosas de María Inmaculada, de Almería. Está bordado con hilos de oro formando grandes arabescos alrededor de las iniciales del teatro (TC), sobre terciopelo rojo y con flecos dorados.
También las famosas máscaras griegas que representan la tragedia y la comedia están repartidas por cuatro falsas columnas, como también niños o las musas de la música.
El teatro se hizo con lo mejor para una Almería ávida de actividades.
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