Garrucha

El marinero que se convirtió en cómico

José Quesada ha cumplido el sueño de hacerse actor tras años de pescar con su padre al trasmallo y a las nasas

José Quesada en un capítulo de la serie Amar es para siempre. A la derecha, cuando era pescador en Garrucha
José Quesada en un capítulo de la serie Amar es para siempre. A la derecha, cuando era pescador en Garrucha
Manuel León
20:43 • 28 jul. 2015

Ha roto, sin él saberlo quizá, una tradición marinera más que centenaria: por primera vez un Quesada pescador de Garrucha abandona el olor a estopa y salitre, se aleja de la bahía para adentrarse tierra adentro, a terrenos mesetarios, a ese poblachón manchego como lo llamó Azorín, lleno de subsecretarios donde ahora habita José Quesada Fernández (Garrucha, 1988), el marinero que quiso ser cómico, nada más y nada menos, como los galvanes, en ese Viaje a ninguna parte.
Fue como cuando Pablo se cayó del caballo camino de Damasco: José se dio de bruces alistando el trasmallo, poniendo carnada para el pulpo en la nasa cuando cayó en la cuenta de que él lo que quería era hacer reír o llorar, plantarse en un escenario y llegar, no al caladero de pescado, sino al corazón de los espectadores.




El gusanillo de La Pasión
Quería seguir alimentando ese gusanillo que nació cuando empezó a salir como figurante, junto con su familia en la tradicional Pasión de Cristo que se representaba en Garrucha cada Semana Santa.
Se empeñó y lo ha conseguido, al menos ha dado algunos pasos, aunque aún le quedan tablas, maletas y caminos que transitar.
 Dejó atrás José el café negro de madrugada, las bajadas por la cuesta del Muelle  antes de embarcarse con su padre Alonso y su chacho José en el Quesada Molina, ese barquito de artes menores que se amarra cada día a barlovento cuando el sol se pone tras la chimenea del calvario, con el salmonete y la pijota saltando en la cubierta, los días en los que ha habido buena pesquera.




Bisnieto de Margarita la Manca
A José se le encallecieron las manos, se le fortalecieron los brazos, se le quemó la frente de tanto alistar aparejos durante los dos años que estuvo embarcándose, algo que parecía que iba a ser para toda la vida. Como lo fue para su abuelo, el hijo de Margarita la Manca, una de las maestras modistas más renombradas de la Garrucha antigua.
Como lo fue para sus bisabuelos y tatarabuelos cuando pillaban el jurel, la sardina y el boquerón con las  mamparras y las jábegas, tirando de la tralla en hileras de hombres descalzos con pantalones de mahón arremangados por encima de la rodilla, mirando el horizonte, entre la Caseta de Salvamento de Náufragos y la de Sanidad, observando como otras criaturas acuciadas por el hambre pura se embarcaban en el Oranero.
 Porque en Garrucha hubo Quesadas desde el inicio de los tiempos: un tal Alonso Quesada  guardaba xábega y artes en la Torre de la Garrucha y otro estaba al cuidado de la sal estancada en el Alfolí. Pero José, continuador de toda esa ertirpe de arraeces, ha querido probar suerte como actor y acaba de graduarse en Arte Dramático. Se ha licenciado en la escuela de Teatro, Televisión y Cine de Mario Bolaños y en la de Interpretación de Cristina Rota.
Ha participado en rodajes de series de televisión como La que se avecina, ByB, El Príncipe y el Chiringuito de Pepe. Ha realizado anuncios publicitarios como el de apuestas deportivas Unibet.
El último trabajo ha sido en la serie de Antena 3 Amar es para siempre, donde interpreta a Ramón, el amante del personaje principal Julián Madariaga.




Nuevo espectáculo
Estos días se encuentra en Madrid preparando un espectáculo de comedia en solitario, como José Tomás en el ruedo, que estrenará los días 20 y 21 en Garrucha, junto al Muelle donde descargaba todos los días las cajas de pescado antes de hacer realidad su sueño artístico.
Después, seguirá de gira el garruchero con su espectáculo ‘Bipolar’ por varios municipios de la provincia y por Andalucía, de feria en feria, como un artista de los de antes, de maleta, fonda y sábanas limpias, como un cómico de verdad, de los que recorrían España intentando hacer reír a la gente, sin efectos especiales, sin intermediarios,  solo con la fuerza de su propio talento.








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