Nadie podía pensar a finales de los setenta que la agricultura iba a convertirse en lo que es hoy. Tampoco Juan Antonio González Real y Francisca Martín Rodríguez imaginaron nada parecido a lo que es actualmente la Almería agrícola. Los dos eran hijos y nietos de agricultores que habían conocido la agricultura que rebasaba en muy poco el límite de la subsistencia. Familias de agricultores que habían buscado una nueva vida más allá de las huertas y los bancales de Adra, en esos páramos que estaban comenzando a poblarse en los años setenta de casas blancas en medio de la nada y de esas nuevas formas de cultivo que eran los enarenados y, después, los primeros cultivos protegidos.
La agricultura era todo y casi nada desde la perspectiva de la ciudad, del medio urbano que parecía tan alejado para una pareja como Juan Antonio y Paqui. Por eso, cuando en 1979 se casaron, estaban convencidos de que la agricultura era “lo que había”. Cada uno de ellos habían aprendido de sus familias las lecciones del campo y de la vida que, en realidad, son casi las mismas.
Con algo de tierra, pocos años y toda la fuerza de la juventud, Juan Antonio y Paqui comenzaron a asentar un futuro que ni siquiera podían imaginar entonces.
Después de tantos esfuerzos y retos lo que parece inimaginable es que el actual presidente de Vicasol y de Coexphal encuentre en el invernadero el lugar idóneo para relajarse. Relajarse trabajando.
Por eso, el paseo por el invernadero cuajado de pimientos california invita a repasar las cosas que son esenciales. Las que lo han sido y las que lo sigue siendo.
Una ley no escrita en las familias de la agricultura determinaba que había que “dejar algo para los hijos”. Era de una de esas leyes que no hacía falta recordar todos los días porque estaba escrita a fuego en la frentes sudorosas y en las manos encallecidas. En las miradas y en los silencios.
Juan Antonio y Paqui vieron a sus padres trabajar codo con codo si ceder un palmo de tiempo, sin ahorrarse una gota de esfuerzo y con esa lección aprendida comenzaron “casi sin nada”. La frase suena como una confesión en medio de las plantas orgullosas de pimiento que muestran los brotes más bajos ya desprovistos del fruto, tras el corte de la jornada.
La tarde de diciembre va entregando las últimas luces que le quedan. Fuera del invernadero sopla el Poniente pero dentro es diferente. Domina la quietud, la serenidad vegetal. El orgullo de saber que son “mis plantas de pimiento”, reconoce Juan Antonio acariciando las hojas y la madurez rojiza del california.
“Ahora las cosas han cambiado mucho”. Paqui recuerda como sus padres -Juan y María- y su abuela materna pudieron ver como el trabajo de tantos años quedaba reflejado en la generación siguiente. Igual que Juan Antonio, que recibió junto a Paqui esos 8.000 metros que eran el testigo para seguir adelante. “la tierra siempre está aquí”, subraya Juan Antonio, evocando también a sus padres Juan y Pilar.
Como miles de agricultores de su generación, Juan Antonio y Paqui aceptaron el reto. Aprendieron todo lo necesario y, cuando ya estaba todo en marcha conocieron los increíbles avances que transformaron la agricultura. Atrás se quedaba un mundo en el que solo cabía aspirar a conseguir algo más para dejarle a los hijos. Ahora, había que convertirse en agricultores de vanguardia y ampliar los horizontes.
Todo con la misma dosis de entrega y de esfuerzo. Criando a los hijos como ellos habían sido criados. Es decir, criándolos “sobre una caja de tomates”, como dice Paqui resumiendo en una imagen gráfica la indisoluble relación entre la familia y el invernadero. Una relación que encontró en el mundo de las cooperativas una manera de fructificar de crecer. A fin de cuentas, la cooperativa es una “familia de familias”.
Juan Antonio y Paqui comparten esos valores. Quizás, por ese motivo a Juan Antonio le apoyaron, casi le impulsaron, a aceptar la presidencia de Vicasol, después de haber formado parte de la junta rectora a principios del siglo y de ocupar la secretaría de esta cooperativa. Se había iniciado en cierto modo, desempeñando la secretaría de SUCA y, desde entonces ya sabía que las responsabilidades van en detrimento del tiempo disponible para la familia. Pero, siempre tuvo el apoyo de los suyos. De Paqui y de sus hijos Francisco Javier y Juan Antonio, que quiso seguir los pasos de sus padres y hoy es un agricultor de la nueva generación.
Y luego, vendrían más responsabilidades. La presidencia de Coexphal que no solo es un cargo relevante en el caso de Juan Antonio, sino que representa, de alguna manera, abrir una nueva etapa en el sector. Juan Antonio González Real, a sus 59 años es una abuelo joven que mira hacia el futuro sin perder de vista la esencia, la tierra “que siempre está ahí”, como un pilar tan sólido como su familia. Comos sus hijos y como Paqui, que encarna la transmisión de valores y la seguridad para afrontar los retos de un agricultor en el siglo XXI.
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