El Almería llegaba a la jornada trigésimo cuarta sumido en la peor racha de resultados de la temporada. Era una crisis de puntos que no estaba propiciada por un deterioro de las sensaciones que el equipo transmitía, sino por la falta de efectividad ante la meta rival y, como en el caso de la derrota ante el Extremadura, por la decisiva intervención del trencilla de turno, el impresentable Pulido Santana.
En este contexto el encuentro frente al Nàstic de Tarragona, que venía de ganar al Numancia haciendo un excelente partido y con la urgencia de puntuar al ocupar la última plaza, se presentaba como otro encuentro plagado de trampas, al menos en teoría.
El inicio del choque no fue bueno por parte local, el conjunto visitante se impuso en todas las zonas del campo, pero sin remate, la suerte más complicada de este apasionante deporte.
Fran Fernández optó por dar descanso a Romera, único futbolista que había jugado todos los partidos, para colocar de inicio a Corpas en el lateral para dar más profundidad al equipo por este costado. Hubo que esperar casi a la media hora de juego para que las transiciones defensa-ataque de los locales pusieran en evidencia a la poblada defensa visitante.
Bastó con que Narváez pusiera al servicio del equipo su calidad y Álvaro Giménez su olfato goleador para que la crisis de resultados de los locales llegara a su fin y los visitantes pusieran pie y medio en Segunda División B.
A la fiesta goleadora se sumó también el gallego Juan Carlos Real, culminando otra obra de arte del Pichichi del equipo rojiblanco, la primera fue el sensacional remate que supuso el primer gol. Doce tantos contemplan al ariete y nueve al volante.
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