Si al comienzo del campeonato le hubieran preguntado a los aficionados rojiblancos si firmaban ver a los suyos en la segunda plaza y con 18 puntos en la décima jornada, la gran mayoría se hubiera mostrado feliz con tal balance. Pero entre el Almería de las siete primeras jornadas y el de las tres últimas hay una clara diferencia: El del inicio ganaba convenciendo, el actual ni gana ni convence.
En Riazor fueron menos los que repitieron titularidad, cinco, que los que entraron. Desde el pitido inicial se vio claro que Pedro Emanuel apostaba por jugar con el tiempo, con el miedo del rival y con el propio después del descalabro de Gijón, tener paciencia para cazar alguna contra. Quizás la paradoja podría estar en que todo ello se quería lograr con un equipo en el que había cuatro atacantes. En la primera mitad el sistema funcionó en el plano defensivo, el Deportivo limitó sus amenazas al portero René desde fuera del área, y naufragó en el ofensivo.
En la segunda mitad mejoraron sus prestaciones los almerienses, presentaron mejor cara, dieron un paso adelante y estuvieron muy cerca de adelantarse en el marcador, pero la sucesión de lesiones mermó el rendimiento del equipo que volvió a desaprovechar el jugar con superioridad durante más de doce minutos. Al no disponer en el banquillo de un jugador que pudiera hacer el trabajo del lesionado César de la Hoz y con la entrada de Christian Santos en el bando local, el bando local fue creciendo hasta lograr encerrar en su parcela al Almería incluso actuando con un jugador menos.
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